jueves, 7 de agosto de 2008

Ucrania admite haber vendido armas a Georgia

Ucrania admitió haber vendido armamento a Georgia, escribe hoy el diario moscovita Nezavisimaya Gazeta.
Los Ministerios de Defensa y Asuntos Exteriores de Ucrania confirmaron el hecho en sí pero rehusaron precisar el tipo y la cantidad de las armas enviadas a Georgia. Expertos ucranianos piensan que Kíev trata de crear problemas para Moscú suministrando material bélico a una nación que tiene conflictos latentes en Abjasia y Osetia del Sur.

Ambas partes firmaron un convenio de cooperación militar en 2005, en cuanto Víctor Yúschenko, amigo del dirigente georgiano Mijaíl Saakashvili, ganó las elecciones presidenciales en Ucrania. Hacia finales del mismo año, el líder suroseta Eduard Kokoiti hizo la primera denuncia de que Kíev vende a Tbilisi carros de combate T-72, helicópteros Mi-8, vehículos blindados, misiles y otros armamentos.
En 2007, las autoridades de Ucrania prohibieron la publicación de los datos concernientes al suministro de material bélico, al clasificarlos de secreto máximo. "Lo hicieron por una orden del presidente Yúschenko en persona", contó un ex funcionario de Defensa. La información que Ucrania remite al Registro de armas de la ONU no es obligatoria y, por tanto, puede ser incompleta, agregó.
El titular de Defensa de Ucrania, Yuri Yejanúrov, reveló en junio pasado que Kíev y Tbilisi quedaron en cooperar también en el desarrollo de diversos tipos de armas, habida cuenta de que ambas naciones se proponen incorporarse a la OTAN.
El experto ucraniano Mijaíl Pogrebinski está convencido de que Kíev vende armas a Tbilisi para crearle a Rusia problemas en la zona del Cáucaso. La práctica internacional, recordó, es evitar el suministro de material bélico a las regiones donde hay riesgo de conflictos armados pero todo indica que Kíev se guía por otra lógica: "Cuanto más armas haya en Georgia, peor para Rusia y mejor para Ucrania".

Vedomosti

Palabras de Putin hacen temblar a inversores

El jefe del Gobierno ruso, Vladímir Putin, es de los pocos políticos mundiales que han tenido la oportunidad de medir el valor exacto de sus palabras, señala el periódico Vedomosti en su editorial de hoy.

Las críticas de Putin contra el grupo siderúrgico Mechel hicieron temblar a inversores. La pregunta "¿Dónde está el margen?" devaluó las cotizaciones de esta empresa en US$5.000 millones, en cuestión de un día. Y con cada jornada que pasa, la palabra del primer ministro vale más: el mercado ruso ha perdido ya más de US$114.000 millones y se mantiene a la baja, causando pérdidas a miles de inversores.
El ministro ruso de Finanzas, Alexei Kudrin, no se atreve a vaticinar las consecuencias macroeconómicas del suceso. El Banco de Rusia admite en tono prudente que el flujo neto del capital rondará 40 mil millones de dólares a finales de este año, es decir, la mitad en comparación con 2007.
Ayer se supo que los especuladores bursátiles no son los únicos que están inquietos. El magnate mediático Rupert Murdoch confesó que le preocupa la perspectiva de quedar despojado de sus activos en Rusia y afirmó que "es mejor venderlos ya".
Previamente a las elecciones presidenciales de marzo pasado, el régimen hizo bastantes esfuerzos por convencer a empresarios locales y foráneos de que el cambio en la cúpula del Kremlin no afectará al clima inversionista ni al sistema existente de relaciones económicas. Ya es evidente que una redistribución de poderes a este nivel acarrea obligatoriamente algunas consecuencias.
El conflicto entre accionistas rusos y británicos de la petrolera TNK-BP fue la primera señal que llegó de un régimen renovado. A los inversores extranjeros se les dijo que no se hicieran muchas ilusiones: cualquier decisión estratégica en el negocio de los recursos naturales ha de acordarse con el Kremlin.
El segundo mensaje se dirigió a los magnates de la vernácula. El incidente de Mechel sirvió para demostrarles que en Rusia es imposible poseer así no más un activo que reporta ganancias multimillonarias.
Los mensajes en sí no son novedosos. Mechel se ve en un apuro exactamente cinco años después de incoado el expediente contra Yukos cuyo jefe, Mijaíl Jodorkovski, también cometió la imprudencia de manifestar la falta de respeto hacia Putin. El clima inversionista en aquel entonces se vio bastante afectado pero los altos precios del crudo, un rápido crecimiento económico, el enorme potencial de la demanda de consumo y demás alicientes obligaron a los inversores a hacerse la vista gorda ante los riesgos políticos en Rusia.
Es probable que la misma lógica se imponga en esta ocasión y los efectos macroeconómicos de la declaración de Putin se vuelvan menos álgidos hacia finales del año. Con la crisis financiera global, a los inversores les quedan pocas alternativas, de modo que tendrán que regresar a Rusia tras recuperarse del choque inicial.

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