jueves, 21 de agosto de 2008

La 'nueva Rusia' trastoca los planes de EEUU y la OTAN

Los viejos fantasmas siempre reaparecen. El conflicto entre Georgia y Rusia ha puesto de manifiesto lo que hace tiempo ya se palpaba: que la nueva Rusia —crecida por su nacionalismo capitalista y aupada por la baza energética— no está dispuesta a mantener un papel de mero espectador en el orden mundial.

Desde que el 6 de agosto Georgia lanzara un ataque contra los separatistas de Osetia del Sur —y Rusia acudiera al rescate de sus hermanos osetios—, el cruce de acusaciones entre Moscú y las potencias occidentales (representadas bajo el paraguas de la OTAN) ha sido constante y el tono no ha dejado de subir.

La crisis del Cáucaso ha sido la gota que ha colmado un vaso que en los últimos años se ha ido llenando de tensión por el escudo antimisiles de EEUU, la independencia de Kosovo apadrinada por Occidente, las promesas de adhesión a la OTAN a repúblicas ex soviéticas y el apoyo técnico de Rusia al plan nuclear iraní.

La secretaria de Estado de EEUU, Condoleezza Rice, fue firme: “No permitiremos que Rusia dibuje una nueva línea de separación en los estados que aún no están integrados en la estructura transatlántica como Georgia y Ucrania”.

Occidente ha decidido pasar a los hechos. La primera decisión ha sido suspender (que no eliminar) el consejo Rusia-OTAN, órgano para el diálogo creado en 2002. Moscú ha respondido con el anuncio de “congelar” hasta nueva orden toda su “cooperación militar con los 26 socios de la Alianza Atlántica y sus aliados”.

Rearmar las fronteras

Pero no han sido los únicos efectos colaterales de la crisis. La firma del pacto entre Varsovia y Washington para instalar en suelo polaco parte de su escudo antimisiles llevaba meses gestándose, pero sin duda los acontecimientos han acelerado las gestiones. Polonia se convertirá en sede de 10 lanzaderas de misiles interceptadores de largo alcance.

Rusia, que desde el primer momento condena el proyecto defensivo que empezaría a funcionar en 2012, le ha advertido a Varsovia que a partir de ahora se convierte en su “objetivo”. Parece que es cuestión de tiempo que Rusia refuerce su presencia en Kaliningrado y en Bielorrusia, sus dos fronteras con Europa. De agravarse el conflicto, la OTAN tendrá que replantearse hasta dónde está dispuesta a pelear para frenar la influencia de una potencia que tiene bien situadas sus fichas en el tablero

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