domingo, 13 de julio de 2008

EE.UU., Rusia y el gran juego estratégico

Las realidades geopolíticas ofrecen una oportunidad poco común de cooperación entre los ex adversarios de la Guerra Fría.
Desde la desaparición de la Unión Soviética, en 1991, una sucesión de gobiernos estadounidenses actuó como si la creación de la democracia rusa fuera una tarea estadounidense. Con frecuencia se escucharon discursos de condena de las deficiencias rusas y se vieron gestos extraídos de la lucha por la preeminencia de la época de la Guerra Fría. Los que impulsan esas políticas sostienen que la transformación de la sociedad rusa es la condición necesaria para un orden internacional más armonioso. Afirman que si se presiona a la Rusia actual, ésta terminará por experimentar una implosión similar a la de la Unión Soviética. La política de intromisión en lo que los rusos consideran su propia identidad hace peligrar tanto los objetivos geopolíticos como los morales. Sin duda en Rusia hay grupos e individuos que aspiran a que los EE.UU. aceleren una evolución democrática. Sin embargo, casi todos los observadores coinciden en que la gran mayoría de los rusos consideran que los EE.UU. son presuntuosos y que están decididos a obstaculizar la recuperación de Rusia. Es más probable que eso aliente una reacción nacionalista y de confrontación que una evolución democrática. Sería una pena que ese estado de ánimo persistiera ya que, en muchos sentidos, somos testigos de uno de los períodos más prometedores de la historia rusa. La exposición a las sociedades abiertas modernas y la relación con las mismas es más prolongada e intensa que en cualquier otro momento de la historia anterior de Rusia, incluso a pesar de medidas represivas desafortunadas. Cuanto más tiempo dure, más impacto tendrá en la evolución política rusa. Los valores de nuestra sociedad determinan que los EE.UU. se comprometan con una evolución democrática, pero el ritmo de la misma será ruso. Podemos tener más efecto mediante la paciencia y la comprensión histórica que a través de un distanciamiento y de exhortaciones públicas.Eso cobra aún más importancia porque las realidades geopolíticas proporcionan una oportunidad poco común de cooperación estratégica entre los ex adversarios de la Guerra Fría. Los EE.UU. y Rusia controlan el 90% de las armas nucleares del mundo. Rusia tiene más superficie que cualquier otro país. Limita con Europa, Asia y Oriente Medio. El camino de la estabilidad en relación con las armas nucleares en Oriente Medio e Irán exige o se ve muy facilitado por la cooperación entre Rusia y los EE.UU. La frontera de 4.000 kilómetros con China es un desafío demográfico al este del Lago Baikal, 6,8 millones de rusos se encuentran ante 120 millones de chinos en las provincias que se extienden a lo largo de la frontera común. Del otro lado de una frontera igualmente larga, Rusia tiene que hacer frente al islamismo militante que llega al sur del país. Tras la frontera occidental, donde Rusia se ve en la necesidad de adaptarse a la pérdida de una historia imperial, hay territorios que se identificaron con la historia rusa durante centenares de años. Sin embargo, las nuevas realidades, entre ellas la incorporación a la OTAN de los ex países del Pacto de Varsovia, limitaron el alcance estratégico ruso. Si bien en la población de Rusia hay un resurgimiento del orgullo nacional, sus gobernantes saben bien cuál es el peligro de alterar el nuevo orden internacional mediante los métodos tradicionales rusos. Saben que los 25 millones de habitantes musulmanes de Rusia comprenden un elevado porcentaje de dudosa lealtad al Estado. Rusia se ve obligada a concentrarse en la reforma interna por primera vez en la historia. A pesar de la retórica de confrontación y el estilo agresivo que se desarrollaron durante el período del imperialismo, los gobernantes rusos son conscientes de sus limitaciones estratégicas. De hecho, yo caracterizaría la política rusa durante la gestión de Putin como la búsqueda de un socio estratégico confiable en la que la opción preferida fueron los EE.UU. La turbulenta retórica rusa de los últimos años refleja, en parte, la frustración ante la aparente impermeabilidad norteamericana a esa búsqueda. Los dos presidentes establecieron una relación constructiva, pero no lograron superar los hábitos institucionales forjados durante la Guerra Fría. Del lado ruso, dos elecciones, legislativas y presidenciales, dieron a los gobernantes rusos un estímulo para apelar a los sentimientos nacionalistas que florecieron luego de diez años de lo que se percibió como una humillación.Como consecuencia de su hegemonía nuclear, Rusia y los EE.UU. tienen la obligación de ponerse a la cabeza en temas nucleares globales como la proliferación. Hubo iniciativas constructivas, tales como una mayor transparencia y la vinculación de los sistemas de defensa de misiles antibalísticos de los dos países, lo que se destaca en el comunicado que los presidentes Bush y Putin dieron a conocer en Sochi en abril de este año. Sin embargo, es necesario que una exploración detallada siga a las declaraciones generales. El tema de las relaciones con Ucrania constituye un fiel reflejo de la forma en que ambas partes perciben la naturaleza de los asuntos internacionales. Los EE.UU., que se valen de las lecciones de la Guerra Fría y sus tradicionales máximas universales, consideran el tema en términos de superar una posible amenaza militar. Para Rusia es, ante todo, un tema de reconciliación con un conflicto histórico doloroso. La independencia de Ucrania es esencial para un sistema internacional pacífico y se debe apoyarla sin ningún tipo de ambigüedad. El establecimiento de estrechas relaciones políticas entre la Unión Europea y Ucrania, incluida la incorporación a la UE, es importante. Pero el traslado del sistema de seguridad occidental del río Elba a las estribaciones de Moscú hace que la declinación rusa cobre una presencia que generará en Rusia una emoción que inhibirá la solución de todos los otros temas. A los nuevos gobiernos de Rusia y los Estados Unidos les corresponderá darle a todo esto un contexto operativo.Copyright Clarín y Tribuna Media Services, 2008. Traducción de Joaquín Ibarburu

1 comentario:

Anónimo dijo...

no es novedad se observa como los paises ¨occidentales¨intervienen abiertamente en las republicas de la antigua URSS con el objetivo de humillar a Rusia y evitar su transformacion a gran potencia son juegos popliticos de esos anglosajones y sus estupidas ideas de regir el mundo.
Rusia deberia actuar de la misma forma olvidandose del que diran y tratar de volver a todas las ex republicas hermanas que formaron la URSS.