domingo, 1 de junio de 2008

Los recién llegados intentan escorar la UE hacia el Este

Tironeos de los Bálticos y Polonia para preparar las problemáticas adhesiones de Ucrania, Georgia, Moldavia, Armenia, Azerbaiyán y Bielorrusia. Bruselas, 31 may. (COLPISA, Fernando Pescador, corresponsal). La Europa comunitaria ha asistido esta semana a un momento singular, cuyas implicaciones han pasado relativamente inadvertidas: el levantamiento por parte de un pequeño socio recién llegado, Lituania, de sus últimas reservas a la negociación de un nuevo Tratado de Asociación con Rusia, que merece la calificación de “estratégico” para la Europa comunitaria. Entre las condiciones antepuestas por las autoridades de Vilna para otorgar su placet al mandato de negociación con Moscú figuraban asuntos que concernían a los intereses de la población de Lituania (3,3 millones, PIB de 31.000 millones frente a los 496 millones y 12,8 billones de la UE-27), como el aprovisionamiento energético, o ciertas garantías de que la Unión presionará a Moscú para que colabore judicialmente en la persecución de determinados crímenes de la era estalinista. Otras reivindicaciones, en cambio, parecían menos comprensibles a primera vista. No se entendía muy bien, por ejemplo, por qué Lituania apadrinaba la búsqueda de una solución al problema de Trandsneister moldavo (oeste de la república donde poblaciones eslavas, rusas y ucranianas mayoritariamente, han proclamado una república con el patrocinio de Moscú que se ha convertido en un foco de delincuencia internacional), cuando Vilna y la capital moldava, Chisinau, están separadas por un millar de kilómetros y dos Estados, Ucrania y Bielorrusia. La explicación –indirecta- vino por otro lado: Polonia y Suecia presentaron en la misma reunión del Consejo de ministros de la UE en la que Vilna formalizó su apoyo al mandato de negociación con Rusia, una iniciativa para crear un “Partenariado Oriental” con Ucrania, Moldavia, Georgia, Armenia, Azerbaiyán y Bielorrusia. El tal “Partenariado”, al decir de la propuesta, se basaría sobre la actual “Política de Vecindad”, puesta en marcha en 2004 para colaborar en el desarrollo de países próximos a la Europa comunitaria, aunque debería “ir más allá, estableciendo vínculos horizontales entre los vecinos de la Europa del Este y la UE”, según afirmaba el documento presentado por los ministros de exteriores sueco, Carl Bildt y polaco, Radoslav Sikorski. El Partenariado Oriental de la UE estaría institucionalizado, aunque en el marco de la Política de Vecindad. Buscaría profundizar en la cooperación bilateral con los seis países concernidos, y crear una estructura permanente de cooperación multilateral entre los 27 de un lado, y los 6 por el otro. Para Sikorski, el nuevo modelo de cooperación regional emularía aquel “Grupo de Visegrado” de comienzos de los años 90, a través del que Checoslovaquia, Polonia y Hungría iniciaron su andadura hacia la integración en la UE. El actual Instrumento Europeo de Vecindad y Asociación (IEVA), que tiene el mismo periodo de vigencia que las Perspectivas Financieras, es decir, de 2007 a 2013, está dotado con 5.621,2 millones para 17 países, entre los que se cuentan los de la ribera sur del Mediterráneo, Israel y la Autoridad Palestina comprendidos, y Rusia. Los seis países del “Partenariado Oriental” tienen asignados 1.258 millones de ese presupuesto (el 22,3%), aunque los 20 correspondientes a Bielorrusia están congelados, debido al comportamiento dictatorial de sus líderes. La propuesta sueco-polaca, y las demandas lituanas sobre el Trandsneister responden a una misma estrategia. Los países bálticos (Lituania es uno de ellos), y Polonia configuran una comunidad histórica de intereses, en los que, en ocasiones, como ahora, participa Suecia por las mismas causas. Intentan desplazar el esfuerzo de la Unión Europea hacia el Este no comunitario, con el que comparten historia, intereses y una visión de futuro. En Bruselas existe conciencia de esta realidad, como del hecho de que sólo Francia puede contrapesar la tendencia a la orientalización de la UE, pues Alemania se deja a veces llevar por los cantos de sirena de la mitteleuropa. Cuando París vacila en sus convicciones europeístas, los orientalistas sacan beneficio. No es este el caso hoy. Angela Merkel considera abusivo el vínculo que polacos y suecos pretenden establecer entre Política de Vecindad y adhesión a la UE, como si aquella fuera una antesala de esta. Además, el debate sobre las fronteras de la Unión dista de haber alcanzado su clímax. Poco debe extrañar, por lo tanto, que la iniciativa de Varsovia y Estocolmo haya cosechado poco más que el frío de donde viene en el Consejo de la UE. Pero España, cuya política exterior a veces resulta inextrincable, debería ser más consciente de los riesgos subyacentes en operaciones como las auspiciadas por este bloque oriental de la UE, y no prestarles apoyos entusiastas como el de Moratinos el pasado septiembre, cuando aplaudía lo mismo la Unión Euromediterranea de Sarkozy que el Partenariado para el Este, otro para el Cáucaso y aún uno tercero para la zona del Mar Negro. Bien cierto es que entonces, España presidía la OSCE, pero no parece que nuestro país vaya a sacar gran cosa de esos lugares. Lo que hay allí, está ya repartido

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