sábado, 31 de mayo de 2008

Vassily Ivanchuk, el rey sin corona

Para muchos aficionados y profesionales Vassily Ivanchuk es el campeón sin corona, el mago sin chistera, el genio sin presunción, un jugador ejemplar que ama el ajedrez por encima de todas las cosas y vive, respira y sueña para llegar a campeón del mundo, algo que este ucraniano de 33 años todavía no ha conseguido pese a jugar como los propios dioses. Es la primera vez que juega el Magistral pero su fama le precede y para cualquier aficionado al juego «Chuki» es sinónimo de creatividad. Su participación en cualquier torneo le otorga a éste la categoría de excepcional y a los amantes del ajedrez la seguridad de que lo que van a presenciar esa tarde sobre el tablero es sin duda diferente a lo que han visto nunca antes. Nacido un 18 de marzo de 1969 en Berezhany, Ucrania Vasily Ivanchuk es uno de los Grandes Maestros más creativos y fuertes del orbe. En la lista de la FIDE de abril de 2008 su Elo era de 2740, ocupando el número 11 del escalafón mundial. Saltó a la palestra internacional durante los campeonatos del mundo juveniles de 1986 (en el que se proclamó campeón) y 1987 (en el que quedó segundo clasificado, medio punto por detrás de Borís Gélfand). Dos años después, en 1989, se proclamó vencedor del torneo de Linares, por delante de Anatoli Kárpov y Ljubomir Ljubojevic , entre otros. En 1991 volvió a vencer en Linares en la edición en la que este torneo alcanzó la categoría 17, la más alta hasta aquel momento que torneo alguno había tenido. En ella venció convincentemente a Gari Kaspárov y, por su meteórica carrera, se le vio como el sucesor de Kaspárov y Kárpov y próximo Campeón del Mundo. En 2004, ganó el Campeonato de Europa Individual de ajedrez, celebrado en Antalya, Turquía, por delante de Predrag Nikolic y Levon Aronian. Sin embargo, la realidad es que aún no ha conseguido proclamarse campeón del mundo, así como tampoco ha liderado la clasificación mundial de la Federación Internacional de Ajedrez. Ivanchuk ha llegado a ser reconocido como el segundo jugador más fuerte del mundo, con una puntuación Elo máxima de 2787. Los analistas consideran, en general, que el principal motivo por el que la genial brillantez de Ivanchuk no ha sido coronada con el título son los nervios del jugador ucraniano. En efecto, como ya se vio en 2002, Ivanchuk perdió ante Ruslan Ponomariov en el encuentro final del Campeonato del Mundo de ajedrez de la FIDE cometiendo graves errores en posiciones que habría convertido en ganadoras. Vasili recibe en ciertos círculos de aficionados y profesionales del ajedrez el calificativo de genio por la profundidad de sus ideas, su dominio de absolutamente todas las partes del juego y su vastísimo conocimiento de teoría de aperturas, que se considera sin parangón dentro del mundo del ajedrez. Su versatilidad y su riqueza de ideas hace que sea un jugador completamente impredecible para sus rivales; de él dijo Kaspárov: Ivanchuk puede jugar en ciertas ocasiones como si tuviese 2800 Elo y en otras ocasiones como si tuviese 2600 Elo. Junto a Anand Ivanchuk es uno de los ajedrecistas más queridos entre la comunidad ajedrecística y en España se le quiere y admira especialmente por sus brillantes actuaciones en el torneo de Linares, que además de las mencionadas ocasiones de 1989 y 1991, volvió a ganar en 1995. En el Torneo Internacional de Ajedrez Ciudad de Linares de 2007, Ivanchuk quedó clasificado el 6º, con 6,5 puntos en 14 partidas (+2 =9 -3). En abril de 2007, ganó el Festival de ajedrez Cañada de Calatrava, a ritmo relámpago, 5 minutos por jugador, con un magnífico resultado de 8,5 de 9 puntos, quedando a solo medio punto de los ganadores en las otras modalidades de torneo activo y el Fischer. En mayo de 2007, Ivanchuk ganó por tercer año consecutivo el 42º Memorial Capablanca, en Cuba, invicto con 6 victorias y 3 empates. Hace diez días arrasó en el supertorneo de Sofía con 1,5 puntos de ventaja delante de Topalov, Radjabov, Cheparinou, Bu Xiangzhi y Aronian. Naves que arden más allá de Orión Emulando al replicante de Blade Runner, observar una partida de «Chuki» es como ver naves arder más allá de Orión, cerca de la puerta de Tanhäuser, esa puerta que da paso al mundo de lo ilógico, de lo ignoto, a ese mundo en el que sus originales creaciones van más allá de lo que la mente del común de los jugadores puede imaginar. Lanza sus trebejos a la locura del ataque para conseguir momentos irrepetibles, fulgurantes, que se perderían en el tiempo como lágrimas en la lluvia a no ser porque el arte, como la música, como el amor, son indestructibles. Para el espectador observarle ante el tablero es como contemplar durante horas un Caravaggio para extraer de sus sombras el rostro difuminado que se adivina en la opacidad de la escena. De ese rostro que se asoma al presente al tiempo que el resto del cuerpo permanece en la lúgubre atmósfera del fondo. Imprevisible como un mistral Ivanchuk parece dominar el arte de las trasformaciones. Posiciones aparentemente muertas las convierte por medio de su inventiva en vibrantes estructuras cambiantes que envuelven a su contrario y lo precipita al fondo de la espiral. Aunque es famoso por sus distracciones o su peculiar manera de acercarse a los niños porque él es también un compañero más, siempre está dispuesto a jugar con ellos, a convertir una tarde anodina en una fiesta de cumpleaños. A veces se involucra tanto con ellos que olvida que ha dejado a su contrario en la sala de juego pensando una locura de combinación y que hace ya tiempo aquel ha hecho su movimiento y es su reloj el que se precipita raudo como el dios Cronos hacia el Olimpo. Sus ojos apenas si se posan sobre el tablero, más bien se dirigen interrogantes hacia los espectadores, vacíos, mirando más allá de los rostros que lo observan. Luego se revuelve en su asiento y con gesto elegante y decidido toma la pieza y la deposita en el escaque perfecto. La suerte está echada. Poco después su rival le extenderá su mano y «Chuki» volverá al mundo de los mortales. Pero eso ya no importa demasiado porque el tiempo se ha detenido para él.

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