domingo, 18 de mayo de 2008

Los rostros del mal

Sostenía el antropólogo francés Louis Dumont que la verdadera perfección no es la ausencia de mal, sino su perfecta subordinación al bien. Un mundo sin mal no sabría ser bueno. El bien debe contener el mal a la vez que es su contrario. En los últimos días hemos tenido un amplio abanico de los que históricamente conocemos como los rostros del mal. La primera, la fuerza de la naturaleza provocando enormes catástrofes que se cuentan en decenas de miles de muertos. Un tifón arrasa Birmania. Un terremoto asola regiones enteras de China. Tras los daños iniciales y la pérdida de vidas humanas, la tragedia de las enfermedades y el hambre provocadas por la naturaleza e incrementadas por el hombre. En Birmania, una macabra dictadura se niega a reconocer el alcance del drama, a transmitir información y rechaza la ayuda internacional. En China, excepcionalmente existe una desconocida transparencia informativa y se ha solicitado de buen grado la colaboración internacional. Bien sea, aunque el cambio de actitud sólo se deba al miedo al daño que para su imagen pudiera suponer. Han de cuidar el maquillaje este año, en el que todo el orbe bendice con la celebración de los Juegos Olímpicos, fundamentalmente por intereses económicos, a la dictadura que durante décadas ha oprimido, torturado y asesinado a su propio pueblo. Si la naturaleza es dura, igual de cierto que siempre, sigue siendo que el hombre es lobo para el hombre. En China se estiman en setenta los millones de asesinados desde la revolución de Mao. En Camboya los jemeres rojos de Pol Pot exterminaron a un tercio de la población en tres años y ocho meses de gobierno. El nazismo causó un holocausto con doce millones de muertos, la mitad judíos. El comunismo soviético otros veinte millones, sobre todo, aunque no únicamente, durante el periodo estalinista. Sólo en Ucrania, con una hambruna provocada conscientemente desde Moscú, fueron entre cinco y ocho los millones de muertos "por hambre" al comienzo de los años 30. En Africa tribus enteras son asesinadas por grupos rivales desde hace décadas. La intolerancia islamista quiere extinguir al pueblo de Israel y la civilización occidental. Son rostros del mal. Pero no más que otros más cercanos, como el de lo acaecido en Austria. Semanas después sigo sin encontrar palabras que puedan definirlo. El de la violencia de género que ha vuelto a matar en Zamora. O el del terrorismo etarra con un nuevo muerto y cuatro heridos en lo que pretendió ser una masacre aún mayor. Contaba ayer el presidente del Foro de Ermua, cómo cuando Machado supo del asesinato de García Lorca, compuso su poema "El crimen fue en Granada", repitiendo dónde y cómo había sido. Los datos, para que no se olviden. Un monumento homenaje a las víctimas, héroes involuntarios. Un recordatorio, De Juana, asesino no arrepentido, saldrá a la calle este verano. Y una espada sobre la conciencia social. Cambian los rostros, pero siempre son el mismo.

No hay comentarios: