jueves, 1 de mayo de 2008

Holodomor

JOSÉ ANTONIO BASCUÑANA Miembro de Ciudadanos para el Progreso
A la mayoría de los lectores esta extraña palabra no les dirá nada. En cambio, a nuestros amigos ucranianos, que desde hace unos años trabajan entre nosotros con humildad y eficacia, seguramente les traerá amargos recuerdos de su historia reciente.El mayor desastre que ha sufrido Ucrania en su historia, mucho mayor que la explosión de Chernobil o que la Segunda Guerra Mundial, fue el Holodomor, del que ahora se conmemora el 75 aniversario. Cuando los soviets decretaron que con la implantación de su dictadura del proletariado había llegado el reino de la paz y de la abundancia, se encontraron con un grave problema: las ricas llanuras ucranianas eran cultivadas por campesinos que generación tras generación venían haciendo lo único que sabían hacer: cultivar y vender cereales. La revolución les obligaba ahora a entregar tanto el producto de su trabajo como la tierra que habían heredado a unos ineptos comisarios políticos que lo ignoraban todo sobre el campo y que acudían desde las ciudades para hacer fortuna como colectivizadores.Como los campesinos ucranianos defendieron con uñas y dientes sus tierras, tras los comisarios políticos acudieron las milicias. Miles de opositores, artistas e intelectuales que defendían la independencia de Ucrania fueron fusilados o enviados a Siberia. El Ejército Rojo recorrió el país a sangre y fuego, pero la resistencia de los campesinos fue tenaz. Y eso despertó la ira de Stalin. Fue entonces cuando decretó el Holodomor: el genocidio causado por hambre, la hambruna programada como castigo a toda una población. Ordenó la expropiación forzosa del grano para dedicarlo a la alimentación de otras zonas de la URSS o a la obtención de divisas en los países capitalistas. La tristemente famosa Ley de las Cinco Espigas condenaba a diez años de cárcel a todo el que guardase para sí la mínima cantidad de cereal al considerar que boicoteaba la implantación de la propiedad común. Las autoridades soviéticas conocían la falta absoluta de alimentos, pero no hicieron nada por evitarla; todo lo contrario.La socialización del campo y una confiscación forzosa de cereales que exigía más de lo almacenado para la mera subsistencia causaron en Ucrania, entre 1932 y 1933, unos cinco millones de muertos. Tantos como el holocausto nazi. "Una vez confiscado por las autoridades, el pan había sido sacado de las aldeas; después lo cargaron en los vagones y lo llevaron, nadie supo a dónde. Registraron casa por casa y quitaron todo, hasta la última migaja", dice el testimonio de la superviviente Oleksandra Nykyforivna. "La gente se comía a los gatos y a los perros; cazaron todas las ranas del río. Los niños recogían los insectos en el campo y se morían hinchados. Las personas, como moscas muertas, yacían por todas partes. El hedor era irresistible. A los campesinos que todavía tenían fuerzas les hacían que recogieran y llevaran los muertos al cementerio". El canibalismo llegó a ser una práctica bastante habitual. Hubo padres que comieron los cuerpos de sus hijos.Se ha presentado recientemente ante la Asamblea General de la ONU una propuesta para que se reconozca la gran hambruna artificial como un genocidio contra el pueblo ucraniano. Así lo han proclamado ya Gobiernos y parlamentos de todo el mundo. Desde que obtuvo su independencia en 1991, Ucrania mantiene vivo el recuerdo del Holodomor e incluso ha declarado ilegal la actitud negacionista que, al igual que el revisionismo nazi, intenta borrar las pruebas de la masacre bajo la dominación soviética y achacarla a causas naturales.Entre nosotros, durante la pasada legislatura, CiU presentó una proposición no de ley para honrar a las víctimas, condenar la brutalidad totalitaria del régimen estalinista y declarar auténtico genocidio aquella hambruna deliberadamente provocada. No encontró el respaldo del mayoritario partido socialista ni de los grupos que sustentaban al Gobierno. En la cumbre de la OTAN del mes de abril, la diplomacia española, siguiendo a ciegas la consiga de Francia y Alemania, ha mostrado sus reparos a que Ucrania entre en la Alianza Atlántica. ¿Por qué? ¿Qué ofensa nos ha infligido este lejano y desconocido país? ¿Por qué la vieja Europa pretende que Ucrania siga siendo, lo quiera o no, un satélite de Rusia? Nuestros amigos ucranianos no merecen este trato. ciudadprogreso.org

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