lunes, 12 de mayo de 2008

El gas ruso hará política

El analista económico Misa Brkic es de los que ya no puede oír «más bobadas sobre que vivíamos mejor con Milósevic o que Rusia nos va a salvar». Los datos sobre la mesa son: sueldos de 50 euros, inflación de un 150 por ciento y 1.800 dólares anuales de renta per cápita en el 2000, frente a 370 euros, 13,2 por ciento de inflación y 4.000 euros de renta en el 2008.
Pero esto no significaría nada, «el serbio no cree en datos sino en sueños, por ejemplo en trabajar tres horas al día por mil euros al mes». El 70 por ciento quiere la UE, pero sólo el 30 por ciento está dispuesto a cambiar su vida y esforzarse por ello.
«¿Cómo que atender a los perdedores de la transición?», se indigna este comentarista del «Weekly Economist» y ex director del diario «Nasa Borba», «¿pero de qué transición habla Kostunica?» Brkic cree que si este conservador estatista no hubiera paralizado hace dos años las reformas «podrían ser ya 740 euros al mes y 8.300 euros anuales de renta per cápita, que ahora en el mejor de los casos, y con un mínimo de 3.000 millones de inversión extranjera directa, sólo se alcanzarían en 2015». Ahora la situación es tal que «en Serbia, o se invierte o se muere» y la coyuntura electoral no promete lo primero.
Retórica neosocialista
El retorno de la retórica neosocialista del nacionalismo no asusta sólo a Brkic. El proyecto italiano de una fábrica de zapatos Geox, que daría 10.000 empleos, ha sido suspendido según el director de la futura zona franca de Pirot; la sucursal belgradense de Deutsche Bank empieza a no financiar ya operaciones y los austríacos de Atek han tenido que renunciar al complejo minero de Bor; el grupo esloveno Tus se marcha de Vranje y de todos sus proyectos en Serbia; General Motors suspende sus intenciones de traer el Astra a Kragujevac; y los inversores de cartera están cobrando y retirándose, el movimiento de la Bolsa se ralentiza y el índice Belex 15, que lista las acciones más líquidas, ha caído un 30 por ciento en un momento de crisis financiera global. Y mientras los partidos siguen usando las empresas públicas en su beneficio: las energéticas NIS y EPS por el DSS de Kostunica, Telekom y las aerolíneas por el DS de Tadic, el ferrocarril por el NS de Ilic.
La caída de las inversiones, según el Centro de Análisis e Investigaciones Económicas, afecta a las importaciones, exportaciones y producción industrial, lo que va a llevar primero a una ralentización y luego a una caída del crecimiento del PIB. Este depende en gran medida en Serbia del consumo interno, que se estancará si no hay préstamos. El analista Goran Nikolic teme que si los nacionalistas y radicales ganan hoy y forman gobierno, «el flujo de capital extranjero devendrá mínimo», la Bolsa se estancará y la precaria economía local quedará aislada.
La comentarista Julijana Mojsilovic teme la tradición de que los serbios, cuando llegan a una encrucijada, «siempre toman el camino equivocado». Habla de la «desconfianza en el médico frente a lo natural, que es lo serbio, y por extensión sus mitos, o sea la presunta hermandad eslava y rusa». Así la preferencia por «morder la mano de Bruselas que nos ayuda, aunque sea inmerecidamente», para soñar con una mítica conexión rusa «que en realidad jamás en la historia nos ha ayudado», insiste Brkic.
Aviones de harina
Moscú ingenia en el momento justo el envío de dos aviones de harina para los serbios de Kosovo, pero los datos revelan que, en realidad, la inversión rusa en Serbia es menor que la propia de Serbia en Rusia. El ex ministro de Exteriores liberal, Goran Svilánovic, hoy presidente del Pacto de Estabilidad regional, recuerda que no Rusia sino la UE «ha hecho un enorme esfuerzo financiero y político» con Belgrado.
Pero el último ejemplo de que el mito gana a la realidad es «el regalo del 51 por ciento del monopolio energético NIS a Gazprom», por la sexta parte de su valor y sin ningún arbitraje internacional. «¿Qué le impedirá a Gazprom, o sea al Kremlin, cortarnos el gas si no le gusta el próximo gobierno?», pregunta Brkic recordando lo que hizo Putin a Julia Timoshenko, en pleno invierno, en Ucrania, que de rebote dejó a media Europa tiritando.
Brkic culpa al primer ministro Kostunica de volver a prender la hoguera nacionalista, aunque Svilanovic asegura que «ni Kostunica ni los radicales de Nikolic podrán detener la integración europea». Pero necesitada la economía de una sonda de 5.000 millones anuales, una pérdida de reservas, una evaporación de los 4.000 millones en ahorro y una devaluación del dinar es la predicción de varios expertos sondeados por este diario. «El euro pasará de 85 a 100 dinares y pronto a 170», dicen los cálculos de Brkic. De la mano de Nikolic y Kostunica, la autarquía y el «comeremos hierba» de Milósevic «podría regresar».

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