miércoles, 30 de abril de 2008

Desde Ucrania con temor

CARMEN FERRERAS El digno Ministerio del no menos digno ministro Bernat Soria, no ha hilado muy fino que digamos, con el asunto del aceite de girasol importado de Ucrania que, desde el pasado viernes, prometía convertirse en algo serio, muy serio, porque estaba en juego la salud de los consumidores españoles. El recuerdo del aceite de colza desnaturalizado que produjo el envenenamiento masivo de cientos de españoles, en el año 1981, ha pesado estos días sobremanera en el ánimo de los españoles. Sería imperdonable que un aceite de posible destino industrial volviera a desviarse hacia el consumo humano. Con la salud ninguna broma. Menos mal que el aceite importado de Ucrania solo tiene en común con aquel del "síndrome tóxico", el aceite en sí, pero ni el tipo de contaminante ni el control sanitario de las autoridades es ni remotamente parecido. Menos mal.El Ministerio de Sanidad nos tuvo bailando la "maruxiña" a lo largo del pasado lunes. En principio descartó la publicación de una lista de marcas de aceite de girasol afectadas, lo cual nos dejaba como estábamos, por mucho que las grandes superficies hubieran comenzado a reponer sus aceites en los anaqueles vacíos. Por la tarde y ante las críticas recibidas optó por anunciar las marcas de aceite no afectadas por la contaminación. Algo es algo. Por descarte, los consumidores sabrán a qué atenerse al respecto. Doscientas marcas de los aceites no contaminados verían así la luz para tranquilidad de los consumidores españoles.El aceite de girasol y el de oliva son los favoritos de la población española en general, los aceites que registran el mayor número de ventas, con la particularidad de que al ser más barato, el de girasol cuenta con el beneplácito mayoritario. Salvo para ensaladas donde el de oliva es siempre el indicado, el de girasol encaja en todo tipo de guisos y frituras y tan rico. Pero el miedo es libre y como si se hubiese tratado de un pesticida. De repente, desaparecieron de las despensas con la misma celeridad que lo hicieron de los supermercados. En cuanto Sanidad dé luz verde a la publicación de las marcas que no presentan riesgo, que no presentan problema alguno para la salud de los consumidores, saldremos de dudas. No sé cómo a estas alturas, y después de todo lo padecido con el aceite de colza, no se tienen más controles al respecto. No todo lo que se importa es válido. De ahí que las organizaciones agrarias a las que en esta ocasión asiste toda la razón hayan criticado la falta de control en frontera sobre las importaciones. Son estas mismas organizaciones las que han insistido en que Sanidad debe aclarar "escrupulosamente" y con todo lujo de detalles lo ocurrido, porque la sociedad española ha estado solo medianamente informada. Hay que aprovechar para pedir que en el etiquetado de esos y del resto de los aceites se indique de forma expresa su lugar de procedencia. Porque no todo es aceite de Andalucía lo que reluce en el interior de las botellas. Si, encima, ciertas empresas se dejan aparcados los escrúpulos necesarios, especulando con productos baratos y sin garantía alguna francamente, aviados vamos. Eso es lo que tiene la liberalización de los mercados, que relaja los sistemas de control de calidad y seguridad alimentaria. Y no estamos para sustos y menos para disgustos. Menos política, menos partidismo y más control sanitario. Ni qué decir tiene que también debe ejercerse un férreo control en las fronteras y de paso que las etiquetas sean más explícitas. Y no que se ha pasado de una vigilancia extrema a una relajación preocupante. Con lo que hay en España para qué necesitamos importar nada allí donde Cristo puso el pie y perdió la zapatilla. Que informen. Que cuenten la verdad. Que den a conocer las marcas buenas al grito de ya para acabar con el temor que, esta vez, nos ha llegado de Ucrania.

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