jueves, 24 de abril de 2008

Con Gelman, la poesía vence a la muerte

“Escribimos sobre nuestras obsesiones”, afirma el autor de “Obra poética” y flamante galardonado por el reino de España. La biografía del escritor, que obtuvo la máxima distinción literaria de habla hispana, revela un espíritu en el que conviven el creador, el militante y el enamorado de la vida.
En Villa Crespo lo llamaban “El pibe taquito” porque se perdía cientos de goles, pero nunca dejaba de pasar de taquito la pelota. Sus padres, judíos ambos, llegaron de Ucrania. “Mi madre pertenecía a una familia de rabinos, en la cual el cargo se iba heredando al hijo mayor. Mi padre, en cambio, era de una familia humilde, de oficio carpintero. El se había casado una primera vez y con su esposa habían tenido dos hijos. Uno de ellos, el mayor, Boris, tendría mucho que ver con mi gusto por la poesía”, cuenta Juan Gelman, el poeta argentino que recibió ayer el Premio Cervantes.Un llamado tempranoNacido el 3 de mayo de 1930, sintió el llamado de la poesía en la infancia. “A los ocho o nueve años, enamorado de una vecinita de Once, empecé a mandarle poemas para que ella se fijara en mí. Como no los escribía todavía, copiaba versos de Almafuerte y se los mandaba. Pero la seducción no dio resultados, así que pensé que iba a tener que escribir mis propios poemas. Y arranqué, contando sílabas con los dedos, como decía Marechal. De todos modos, jamás pude enamorar a esa chica. De ese desplante y de ser hincha de Atlanta, me quedó la tristeza para toda la vida. Empecé a estudiar Química pero largué. Primero, tenía que laburar para poder comer. Y, además, porque pensé que la poesía también era una forma de la química que me interesaba más.”En 1943 ingresó al Colegio Nacional de Buenos Aires y a la Juventud Comunista (en 1964 se aleja del Partido Comunista) y en el 40, comenzó a incursionar en el periodismo. En 1954 trabajó como redactor en “Nuestra Palabra” y en el diario comunista “La Hora”, y como corresponsal de la agencia china Xin Hua. Integró el grupo de jóvenes que se reúnen en torno de la revista “Muchachos”. Ese año, junto a Héctor Negro, Hugo Ditaranto y otros compañeros creó el grupo de poesía “El pan duro”. El objetivo era publicar sus libros de poesía mediante un sistema de venta de bonos anticipados y recitales públicos de poesía en bibliotecas y clubes de barrio. En uno de esos recitales conoció a Raúl González Tuñón, que tendría influencia en su obra.“No es nada nuevo, pero cada uno de nosotros escribe sobre un puñado de obsesiones: la infancia, el amor, la mujer, la muerte, el otoño y la revolución parecen ser las mías. Aunque sigo creyendo que el único tema de la poesía es la poesía misma y por eso es que ella puede hablar de cualquier tema, todo le atañe. Basta con leer a Gustavo Adolfo Bécquer para recordar aquello de ‘poesía eres tú’, refiriéndose a la mujer. Pero eso se puede aplicar a la realidad misma: ‘realidad, poesía eres tú”, entendiendo por realidad todo lo que quiso o pudo ser, y no es”, afirma.“Llena de signos y de árboles,/ ella cruza la noche como un fuego o un río,/ asciende en el silencio y la memoria,/ es infinita como un hecho,/ la existo, la conduzco, yo soy su certidumbre”, escribe Juan Gelman.En 1973 editó “Relaciones” y se desempeñó como secretario de redacción de la revista Crisis, y un año después asumió como jefe de redacción del diario “Noticias” del movimiento Montoneros. En 1975, amenazado por la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) se exilió en Francia y rompió con los Montoneros. “Estaba condenado por dos lados: la Triple A y los Montoneros. ¡Qué cosa rara! Yo era una especie de happy hour para la condena a muerte”, señaló. En 1976, la dictadura militar secuestró a sus hijos Nora Eva (19 años) y Marcelo (20), junto a la mujer de este, María Claudia García Irureta (19), embarazada de siete meses. Nora Eva fue liberada, a diferencia de su hermano y su cuñada. Su hijo fue ejecutado y su cadáver arrojado al canal de San Fernando, oculto en un tambor de aceite. Por un sacerdote de la Secretaría de Estado del Vaticano conoce el destino de su nuera, quien había dado a luz en un campo de concentración. Vivió alternativamente en Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México y comenzó la búsqueda de su nieta Macarena a quien ubicó luego de varios años en Uruguay. Finalmente, se reencontraron.“A este oficio me obligan los dolores ajenos,/ las lágrimas, los pañuelos saludadores,/ las promesas en medio del otoño o del fuego,/ los besos del encuentro, los besos del adiós,/ todo me obliga a trabajar con las palabras, con la sangre./ Nunca fui el dueño de mis cenizas, mis versos,/ rostros oscuros los escriben como tirar contra la muerte”, escribe Gelman en “Arte poética”.

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