El Papa Benedicto XVI recibió hoy por primera vez en 70 años a los obispos de la Iglesia Greco-Católica Ucraniana, que durante los años del régimen soviético se vieron privados de la posibilidad de realizar la habitual 'visita ad limina', que es la peregrinación que todos los obispos del mundo realizan al Vaticano cada cinco años.
EUROPA PRESS El Pontífice manifestó su alegría ante este acontecimiento, que, por "razones graves y objetivas" y debido al "dramático período de la persecución", los obispos no habían podido realizar desde el año 1937. "Quiero que sepáis que el Papa os lleva a todos en su corazón y os acompaña y apoya con afecto en vuestra no fácil misión", les manifestó. Asimismo, aprovechó para agradecerles la labor "generosa" y el "testimonio infatigable" que han demostrado a lo largo de estos años, al tiempo que les animó a seguir ofreciendo a la sociedad las "respuestas que sólo Cristo puede dar al anhelo de justicia y de paz" que reside en el corazón humano. Por otro lado, el Papa hizo hincapié en la necesaria "colaboración con el episcopado latino" aunque respetando siempre "cada uno sus propias tradiciones" para fomentar así la "sintonía" entre quienes "sirven a una única Iglesia". Con esta finalidad, les aconsejó reunirse "regularmente, por ejemplo una vez al año, con los obispos latinos". "Esa actitud interior" sanará "con más facilidad los eventuales malentendidos, convencidos de que ambos ritos pertenecen a la única Comunidad Católica", remarcó. En cuanto a las relaciones con las comunidades ortodoxas, les invitó a promover "antes que nada" el "ecumenismo del amor", que "acompañado con gestos coherentes" crea "confianza", ya que "el diálogo de la caridad, por su naturaleza, promueve e ilumina el diálogo de la verdad", explicó. La Iglesia Greco-Católica Ucraniana es la más numerosa de las Iglesias Católicas orientales autónomas que están en plena comunión con la Iglesia Católica. Se separó de la obediencia romana en 1054, tras el cisma de Constantinopla, pero fue readmitida en 1652. Durante los años de la Unión Soviética, la Iglesia Católica de Ucrania fue perseguida. En abril de 1945 todos sus obispos fueron arrestados y sentenciados a trabajos forzados y su máximo representante, el metropolita Joseph Slipyj fue deportado a Siberia y encarcelado
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