lunes, 18 de abril de 2011

Vuelta a Chernóbil


Vuelta a Chernóbil. Han transcurrido 25 años desde el trágico accidente en la central nuclear de Chernóbil, Ucrania, y en los terrenos que la rodean se mezclan realidades y mitos. La central está ubicada a 120 kilómetros al norte de Kiev y fue clausurada recién en el 2000 (catorce años después de la tragedia). Pero mientras las cargas radiactivas que guarda en su interior no sean almacenadas de forma estable y segura, Chernóbil sigue siendo un gran problema aún por resolver.

Hoy se ha comenzado a construir un nuevo sarcófago para el reactor Nº 4, el que explotó la madrugada del 26 de abril de 1986, los encargados son un consorcio internacional. La cubierta que se planea tendrá forma de arco y una altura de 105 metros, impedirá las filtraciones de agua, además de las fugas de material radiactivo. Con la protección que esta otorgará más la ayuda de robots, es posible que algún día se llegue a desmontar el reactor.

Los donantes internacionales se reunirán la semana próxima en Kiev, su objetivo es conseguir los 740 millones de euros faltantes para terminar de financiar la infraestructura que es necesaria para que Chernóbil sea seguro y queden por fin almacenados sus residuos.

Por ahora, las excavadoras remueven la tierra alrededor de la central y el polvo que levantan ha hecho que los niveles de radicación se eleven, según constata el biólogo Igor Chizhevski con dosímetro en mano, desde dentro del perímetro de 30 kilómetros al reactor, conocido como la zona de exclusión y en donde hoy se realizan visitas guiadas. Un recorrido de dos días cuesta 470 dólares e incluye pasar una noche en Chernóbil, cuyo casco urbano se encuentra a 15 kilómetros de la central nuclear. El periplo lo organiza una de las agencias autorizadas por el Ministerio de Emergencias.

En la zona de exclusión hoy en día trabajan aproximadamente 3.500 personas, la mayoría viene de la cercana ciudad de Slavutich que se encuetra fuera d ela zona de exclusión y que pasó a ser la sustituta de Prípiat, la antigua ciudad quealbergada a los trabajadores del sector nuclear.

La ciudad de Prípiat fue fundada en 1970 a pocos kilómetros de la central y en el momento del accidente contaba con casi 48.000 habitantes. Todos fueron evacuados en algunos días, en una reubicación que afectó en total a 130.000 personas, contando también a los que habitaban en las localidades cercanas. De ser una ciudad confortable y abastecida completamente es hoy una ciudad fantasma de la que sólo quedan los vestigios de su pasado, constituyendo un “paraíso” para los fotógrafos que registran imágenes que en otro lugar son imposibles de encontrar ya que la naturaleza ha avanzado indómita ante el paisaje urbano.

En lo que fuera una escuela, antes pletórica de actividad, hoy se puede ver solitario sobre un pupitre un tocadiscos con un disco (la sinfonía 40 de Mozart) y un cuaderno del curso 1983 – 1984 entreabierto; sobre una hoja desnuda un maestro escribió: “El grupo está formado por 36 personas…”. Mas allá, en una guardería, todas las muñecas llevan máscaras antigás, disfrazadas por alguien para una composición forzada de alguna toma de “naturaleza muerta”.

Hoy Prípiat es una ciudad desmantelada, solitaria, triste. Todo lo que podía ser vendido fue sacado del ella: barandillas, radiadores de metal, muebles, cables, cañerías; y no por vandalismo o por el simple afán de lucro, “fue por desesperación” nos dice Nina, que hoy trabaja en la residencia de Chernóbil. Nos cuenta que en los tiempos posteriores al accidente, en los años 80, los sueldos eran miserables y por eso la gente tuvo que recurrir a cualquier método para sobrevivir; a modo de ejemplo, hoy Nina recibe un sueldo equivalente a 280 euros, cosa que en esos tiempos se reducía a10 dólares.

Miles de historias guarda Prípiat y son cientos las personas que hasta el día de hoy sufren las consecuencias del, hasta hace poco, mayor desastre nuclear en la historia. La triste lección que nos deja Chernóbil es que, por mucho que queramos, no podemos controlar el poder de la naturaleza, ya sea descomponiendo átomos y ante a inminencia de un terremoto o tsunami.

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