domingo, 12 de diciembre de 2010

Alma ucraniana

Los ucranianos, tercera nacionalidad más numerosa del ex bloque soviético
en Barcelona según el padrón, presentan un rasgo especial en la vida religiosa de la ciudad: de entre los católicos de otros países que aquí viven, son los únicos de rito bizantino que disponen de su propia capellanía organizada por el arzobispado de Barcelona. Hay también capellanías para otras nacionalidades, pero se trata de fieles católicos de rito latino.

El capellán de los ucranianos grecocatólicos de rito bizantino, Héctor Zimmer, atiende a la comunidad en la parroquia de Santa Mònica, en la Rambla, donde cada domingo se reúnen para la eucaristía unas 150 personas. Antes tuvieron otras ubicaciones, hasta recalar aquí.

Aunque el padrón tiene inscritos a 2.718 ucranianos, Zimmer calcula que hay en Barcelona y alrededores unos cinco mil. En Ucrania hay fuerte presencia ortodoxa, pero buena parte de los ucranianos de Barcelona y Catalunya son grecocatólicos (se estima que el 80%), pues la principal oleada migratoria procede del oeste del país, frontera con Polonia, donde la atmósfera es más católica.

“El capellán debe ser un puente entre la cultura local y la cultura de origen”, razona Héctor Zimmer, argentino de origen ucraniano, que defiende la necesidad de que los inmigrantes hagan vida parroquial, “porque es el mejor modo de inculturarse, de integrarse, y de que no se creen guetos”. Así, por ejemplo, la gente mayor del barrio, feligreses catalanes que asisten a la misa dominical, empiezan a sentir curiosidad por el ritual bizantino que se celebra en su iglesia, cuya oriental sonoridad es muy distinta de la de la Iglesia católica de rito latino. De ahí a hablarse y apreciarse como vecinos, hay sólo un paso: el de una taza de café y algunos comentarios amables en torno a los iconos.

“Es también un modo de revitalizar parroquias que estaban un poco decaídas”, afirma el padre Zimmer. No sólo eso, añade el sacerdote ucraniano Ivan Levytsky, que desde septiembre del 2008 atiende a otro grupo de ucranianos grecocatólicos en el santuario redentorista del Perpetuo Socorro, en la calle Balmes. “Hay personas catalanas que tienen cuidadores ucranianos, y que primero no comprenden por qué los ucranianos dedican su tiempo a ir a la iglesia –explica Levytsky–, pero luego, algunas de esas personas están volviendo también a la iglesia”. Ivan Levytsky llegó en misión a Barcelona, después de que el superior provincial de los redentoristas alertara a su homólogo en Kiev de que crecía el número de ucranianos en Catalunya.

Vinieron en busca de trabajo –ellos en la construcción, ellas en cuidado de niños y ancianos, y en otras tareas–, son en su mayoría familias, y el 60% posee estudios universitarios. “La divina liturgia forma parte de la cultura ucraniana; en Navidad, por ejemplo, el sacerdote bendice pan y da un pequeño trozo a cada familia, que lo come en casa; es una continuación de la liturgia en el hogar”, explica Levytsky. Su grupo jugó al fútbol el pasado lunes con la comunidad ucraniana de Tarragona, feliz de poder celebrar su liturgia cada domingo en la iglesia de Sant Pau, que les cede para la ocasión el arzobispado de Tarragona.

Los miércoles, día dedicado a la Virgen, en el santuario redentorista rezan el rosario, y vecinos del Eixample escuchan letanías en ucraniano, que no entienden pero cuyo valor litúrgico perciben. La liturgia dominical tanto en el Perpetuo Socorro (9.30 h) como en SantaMònica (10 h) es en ucraniano, bella, sentida y digna de verse.

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