jueves, 2 de septiembre de 2010

Kiev y Minsk ponen a prueba la paciencia de Moscú con pretensiones en gas y petróleo

Konstantín Símonov, RIA Nosovsti

Al final de este verano comenzó una nueva etapa en las relaciones ruso-ucranianas relacionadas con el tema del gas: el Primer ministro de Ucrania, Nikolai Azárov, declaró que el contrato suscrito por ambos países el 19 de enero de 2009 necesita una revisión porque no responde a los intereses nacionales ucranianos.

Las razones de la parte ucraniana a primara vista son comprensibles: en primer lugar, este verano el gobierno ucraniano tuvo que subir los precios del gas en el mercado interno. De acuerdo con la decisión de la Comisión Nacional para la Energía, el precio promedio del gas para los consumidores será de 118 dólares por 1.000 m3, contra los 78 dólares anteriores, y para los servicios municipales, de 165 dólares por 1.000 m3, en comparación con los 110 dólares que estaban en vigor antes del alza.

Este ajuste tiene que ver con las condiciones del préstamo concedido a Ucrania por el Fondo Monetario Internacional (FMI), entre las que figura una disciplina financiera más estricta, incluido el aumento de los precios del gas.

Además, vale la pena recordar que próximamente en Ucrania se celebrarán elecciones municipales y es necesario explicar a los electores quién tiene la culpa del encarecimiento del gas. Al declarar que el contrato ruso-ucraniano contiene condiciones desfavorables para Kiev, Azarov parece estar señalando a Rusia. Y como por parte de Ucrania el mencionado contrato fue firmado por la ex-Primera Ministra, Yulia Timoshenko, ahora en la oposición, para el actual gobierno en Kiev todo encaja a la perfección.

Por otra parte, actualmente países antiguos clientes en Europa han solicitado al consorcio de gas ruso "Gazprom" una revisión de los contratos de gas a largo plazo, por lo que Ucrania también ha decidido probar suerte e incluirse en la lista.

Los mayoristas europeos buscan revisar el sistema de multas contractuales que de momento se resumen en la fórmula "lo que pides lo pagas", así como vincular los precios, aunque sea parcialmente, al llamado mercado spot, es decir, al mercado de transacciones inmediatas.

En el caso de Ucrania, las multas por no comprar los volúmenes de gas pactados en 2009 en vez de reducirse, fueron suspendidas del todo, lo que le permitió a Ucrania ahorrar más 8.000 millones de dólares. En cuanto al precio, aparte de quedar ligado al spot, éste se redujo en un 30 % gracias a la suspensión de los aranceles de exportación, una condición indudablemente ventajosa.

No obstante, Ucrania no está satisfecha: en sus propuestas para pactar nuevos precios para el gas considera incorrecto vincular directo el precio de gas con el costo de los derivados de petróleo. En realidad, esta es la fórmula común para toda Europa y el hecho de que el precio se forme de manera independiente no garantiza necesariamente el abaratamiento del producto.

Ucrania, por su parte, propone una revisión completa del mecanismo de formación del precio del gas. Como no pueden aplicarse los precios de mercado, por no haber en Kíev un mercado formalizado para el gas, se pretende que el precio esté vinculado al precio para Alemania con la aplicación del principio net back. Es decir, del precio aplicado a Alemania habría que deducir los gastos del transporte. Al mismo tiempo, el precio para Alemania está vinculado al precio para los derivados de petróleo.

Estimaciones preliminares ponen de manifiesto que la aplicación del nuevo mecanismo de formación de precios no significa ningún beneficio para Ucrania. El cálculo es bien simple: en el primer trimestre del año en curso el precio del gas para Ucrania fue de 305 dólares por 1.000 m3; con la "rebaja" del 30 %, es decir, unos 90 dólares, la cifra quedó 215 dólares por 1.000 m3. Con el nuevo mecanismo y el net back la situación sería la siguiente: en el primer trimestre del año en curso el precio medio del gas ruso para los países europeos fue de 290 dólares, el precio para Alemania sería muy parecido. Con la deducción de los gastos de transporte a través de Polonia (unos 70 km con la tasa de 2.1 dólares por 100 km), o sea, 15 dólares menos, las desventaja para Ucrania sería de 60 dólares en cualquier caso.

En el tercer trimestre del año en curso la compañía de gas de Ucrania, "Naftogaz", compra a Rusia gas por 248 dólares por 1.000 m3 y el precio para Alemania se acercaba a los 300 dólares. El pronóstico anual para Alemania es de 308 dólares por 1.000 m3, así que la aplicación del mecanismo propuesto por Ucrania aumentaría algo el precio del gas.

Todo parece indicar que a Ucrania quiere mantener la rebaja del 30 % y al mismo tiempo conseguir que se aplicara el net back, lo que reduciría el precio a menos de 200 dólares por 1.000 m3. ¿Pero por qué debería Rusia mantenerle la rebaja? El contrato que se quiere someter a revisión se basaba precisamente en un mecanismo fijo de formación del precio. Si la fórmula cambia, las condiciones deberían cambiar también y, por lo tanto, los aranceles de exportación de nuevo deben tenerse en cuenta.

Circunstancia que las autoridades ucranianas parecen tener muy presente. Así que para entender las razones de las recientes declaración del primer ministro Azárov a lo mejor hay que considerar también un tercer motivo y esté puede ser las negociaciones sobre el futuro del sistema ucraniano de transporte de gas (STG).

No es casual que en dos ocasiones seguidas el Ministro de Energía de Ucrania, Yuri Boiko, viajó a Moscú a entrevistarse con los dirigentes de "Gazprom" para hablar del STG. La declaración de Azárov en este contexto podría verse como un intento de afianzar la postura de Ucrania en vísperas de una nueva ronda de conversaciones.

Todo parece estar más que claro: si Rusia empieza a construir el gasoducto "Corriente del Sur", Ucrania acabará perdiendo su papel como país de tránsito. La ejecución de esta obra es muy costosa y el transporte a través de Ucrania es, por supuesto, mucho más económico. No obstante, habría que asegurarse la propiedad del gasoducto, porque de lo contrario no se puede garantizar ninguna estabilidad en el tránsito. Ocurre sin embargo que los dirigentes ucranianos no pueden pasarle a Rusia los derechos de propiedad del gasoducto ya que éste pertenece al Estado ucraniano. Y si Rusia cesara el tráfico de gas, el gasoducto no sería más que unas tuberías inútiles.

Kíev pide ayuda a Europa para que, con su mediación, Rusia garantice a Ucrania un tráfico estable y sin ninguna condición especial. La UE, sin embargo, ha optado por mantenerse al margen de este asunto.

Y entonces, en vez de buscar una fórmula de compromiso, Ucrania ha decidido atacar. No se trata solamente de la revisión del contrato del 19 de enero de 2009, sino del sonado discurso "podemos pasarnos perfectamente sin el gas ruso".

En vísperas de su visita a Moscú, Boiko celebró una rueda de prensa en la que declaró que si Ucrania dispusiera de una planta de licuefacción de gas natural, el precio de entrada del gas en el país sería de 190 dólares por 1.000 m3. Semejantes cifras excitan a la opinión pública, aunque todo este cálculo es pura especulación.

Actualmente, Ucrania no tiene plantas para la licuefacción de gas y, por lo tanto, no hay nada de que hablar.

La vecina Polonia, por ejemplo, está construyendo una planta de licuefacción, pero la obra tardará en finalizarse cuatro años, como mínimo, y la potencia inicial será de tan sólo 2.500 millones de m3. Incluso si Ucrania en cuatro años tuviera una planta propia, ello no cambiaría nada. En este tiempo en el mercado de gas podría pasar cualquier cosa.

Los países con capacidades de licuefacción de gas ya no quieren venderlo a bajo precio. Boiko está citando sus acuerdos con Egipto, pero en la actualidad Egipto exporta menos de 13.000 millones de m3 de gas licuado y no dispone de más. Ucrania antes de la crisis necesitaba unos 45.000 millones de m3 de gas importado, sin que se mencione la necesidad de transportarlo a través de Turquía y otros "detalles".

Ucrania tiene también otras "fuentes de gas seguras": el gas de esquisto, por ejemplo, proveniente de Polonia. Es verdad que en los últimos cuatro años unas 30 empresas se han hecho con licencias para la búsqueda de yacimientos de gas en Polonia, no obstante, ninguno ha procedido todavía a la perforación. Así que sería poco sensato tomarse en serio esta posibilidad. Polonia se da cuenta de la situación y está negociando un aumento de suministros de gas ruso.

Bielorrusia tampoco se queda atrás en esta "guerra de independencia", insistiendo en que no necesita para nada el gas ni el petróleo rusos y que siempre se puede buscar una alternativa. El Presidente Alexandr Lukashenko anunció que va a comprar gas en Lituania, que tampoco dispone de una planta de licuefacción de gas.

En su alocución al Parlamento y al pueblo bielorrusos la pasada primavera, Lukashenko encomendó al Gobierno y a la Academia Nacional de Ciencias intensificar la explotación industrial de los yacimientos considerados raros o prometedores. Se habló, entre otras cosas, del gas de esquisto: parece lógico, ¿para qué buscarlo en Polonia, a lo mejor hay algo en Bielorrusia? Los científicos todavía no han podido cumplir con la tarea encomendada, así que semejante "diversificación" le podría costar muy caro a Bielorrusia.

En el caso del petróleo, de hecho, ya le salió caro. Lukashenko anunció abiertamente que iba a comprar petróleo en Venezuela e incluso ya recibió unos cuantos suministros. De acuerdo con el Servicio de Estadísticas de Bielorrusia, el resultado es el siguiente: en el primer semestre del año en curso el país redujo las importaciones de petróleo ruso en un 49.8 % en términos anuales, las exportaciones de derivados de petróleo bajaron un 40 % y la producción de las refinerías bielorrusas cayó un 30 %.

Ucrania podría perfectamente correr la misma suerte y quedarse sin combustible. Y sin tránsito. No obstante, todavía queda la posibilidad de que Kíev se muestre razonable. Por lo menos, hasta que empiece la construcción de la "Corriente del Sur".

Rusia y Ucrania. Las relaciones bilaterales. Infografía>>

Konstantín Símonov es Director General de la Fundación Nacional de Seguridad Energética

LA OPINIÓN DEL AUTOR NO COINCIDE NECESARIAMENTE

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