martes, 24 de agosto de 2010

Yuliya vuelve a Ucrania

«No llores, si tú quieres, el año que viene puedes volver». Éstas eran las palabras que ayer repetían una y otra vez Amaia Barandiaran y su marido a Yuliya, una niña ucraniana de ocho años que ha pasado los dos últimos meses con esta familia alavesa y que ayer regresaba a su país desde el aeropuerto vizcaíno de Loiu. Pero ellos no sólo tuvieron que consolar a esta pequeña: el mismo papel les tocó con su hija, de diez, que pedía que su amiga no se marchara. «Es como si fuera su hermana pequeña. Han jugado juntas, le ha enseñado palabras en castellano e incluso ha cuidado de ella», explicaba orgullosa esta madre.
Amaia y su familia sabían desde el principio que no sería fácil acoger a una niña procedente del entorno de Chernobil. La barrera del idioma y las costumbres de aquí, muy diferentes a las de estos países iban a ser dos handicaps difíciles de superar. Es el primer año que han participado en este programa -que este curso ha traído a Euskadi a 262 menores- y, aunque los comienzos fueron «complicados», esta vitoriana no dudaba en afirmar rotundamente que la experiencia merecía la pena. «Yuliya es muy alegre, simpática y cariñosa, es todo amor», describía.
«Tristes pero contentos»
La despedida fue agridulce. Amaia aseguraba estar «triste» por ese momento y «alegre porque sé que su familia la está esperando en casa». «La niña se va muy contenta e ilusionada» y ha disfrutado mucho en tierras alavesas, pero tampoco ha perdido el contacto con su lugar de origen. «Se lo ha pasado tan bien jugando en la piscina o en la playa que casi se olvidaba de llamar a su casa», decía esta mujer que la animaba a telefonear a su casa siempre que lo deseara.
Yuliya no pudo llevarse en la maleta todo lo que le hubiera gustado pero sus parientes vitorianos le prometieron que poco a poco le irían enviando sus cosas. «Le hacía ilusión llevarse la ropa de verano y los juguetes que le hemos comprado aquí, pero el límite de peso que puede llevar en el avión no lo ha hecho posible», reconocía Amaia con emoción.

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