jueves, 10 de junio de 2010

Religiosas españolas recogen a los niños de la calle en Ucrania

Por Ágata Carreras

(2º Comunicación Audiovisual)

La Hermana Antonia es una de las monjas dominicas fundadoras del Centro Juvenil “La Casa de los Niños”, en Kiev, donde se recogen y educan a “los niños de la calle”. Con 73 años ha vivido en países de Sudamérica y África y lleva ya 13 en la capital ucraniana.

¿Cuál es el objetivo de este Centro?

Cuando vinimos a Kiev vimos que hacía falta ayudar a los niños de la calle. Niños que están en una situación familiar de desamparo. Se pasan la tarde vagando por las calles y con el tiempo acaban en la droga y el pillaje. Pensamos que lo mejor era ocuparlos en algo después de la escuela. Por eso nació este Centro de prevención.

¿Cómo os organizáis para que tengan ganas de venir?

Con ayuda de algunos monitores, preparamos actividades recreativas que les gustan mucho: baile, teatro, informática, deporte, clases de español. Y en medio de todo este programa está la catequesis.

¿Cuántos niños vienen aquí?

En total hay cerca de 200 registrados. Entre semana vienen unos 30 por día, entre los 2 y los 18 años. Tienen actividades de 4 a 6 de la tarde. Y los sábados son casi 70 niños.

¿Cuáles crees que eran los principales problemas de Ucrania cuando viniste?

El país estaba en una situación muy precaria. Acababa de salir del comunismo, y la gente no hablaba, tenían miedo… después de 20 años, ya no tratan a los extranjeros con desprecio.

Además, había una enorme pobreza oculta, disfrazada de belleza. Desde fuera se veían cosas que a mí me impresionaban, como mujeres bonitas vestidas con pieles. Era un contraste el mundo de riqueza que aparentaban y la pobreza interna que no te dejaban ver.

Sin embargo, esto no es lo que más te llamó la atención…

No, yo creía que el principal problema era la cantidad de niños abandonados en la calle, en los internados… eso sí me impresionó y me pregunté por qué ocurría. Le pregunté a la directora de un orfanato por qué había tantos niños internos y me respondió: “Es muy fácil: el problema reside en la familia.” La familia está mal constituida. Nadie apoya a la familia. Y si los padres son pobres y no pueden sacar adelante a su hijo…

¿Cómo crees que ha evolucionado esto con los años?

Lo cierto es que no ha evolucionado mucho. Un día, hablando con la presidenta de la Asociación de Familias Numerosas de aquí, me dijo que de las 400 familias que tiene registradas casi todas tienen padre y madre. Y eso es lo que hay que potenciar: que las familias estén bien constituidas. Pero el padre, en la familia ucraniana, no tiene un puesto, es un extraño. Esta es una sociedad totalmente matriarcal, la mujer lo gobierna todo. Algunos niños que vienen a este Centro tienen solamente madre y cuando les preguntas por su padre te dicen “¡eso no es importante!”. Y lo dicen así como si su padre fuera algo inútil. Este es un gran problema.

Entonces, cuando llegasteis, vuestro objetivo no era crear este Centro…

No. Nuestra idea inicial era buscar los medios para arreglar un edificio y poder fundar la escuela. Resultó imposible, por el tipo de leyes que hay en este país. Lo único que se podía hacer era fundar una escuela privada, pero era muy costoso.

¿Cómo llegaste a Ucrania?

Es un historia un poco complicada… tuve que dejar África (donde llevaba 30 años) porque me puse muy enferma. Entonces la Congregación decidió abrir una Misión en los países del Este o en Asia y me encargaron a mí ese asunto. Yo no había pensado jamás venir a los países del Este, prefería Asia porque en los países del Este hace mucho frío. Pero entonces el Vicario de los Dominicos en Ucrania fue a Madrid y pidió que fuéramos a abrir una escuela católica. Vinimos aquí el año 1997.

¿Tuvisteis muchas dificultades para empezar?

¡Muchísimas! El gran problema era la lengua: nadie nos entendía. ¡Al principio nos tomaron por espías!
Además, al llegar, los niños eran crueles con nosotras: nos tiraban piedras, tomates, nos quitaban la luz… ¡tuvo que intervenir la policía! Luego mejoró la situación.

¿Por qué decidiste dedicarte a los niños?

Porque como misionera dominica mi obligación, allá donde vamos, es la educación. Quien educa bien a un niño prepara el futuro de un país.

Mi deseo es que, por lo menos, los niños que formamos aquí fueran unos hombres responsables, felices, que construyeran su familia y aportaran bien al país y al lugar donde viven. Sin embargo, la pobreza es tan grande… la solución va a ser difícil.


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