Las obras del segundo sarcófago de Chernóbil podrán arrancar a partir de octubre, con más de un año y medio de retraso, según aseguró ayer la presidenta del consejo de seguridad nuclear de Ucrania, Olena Mykolaichuk, aPúblico. La gigantesca estructura, una bóveda de metal de más de 100 metros de altura, cubrirá tanto el reactor que estalló el 26 de abril de 1986 como el viejo sarcófago de hormigón, hoy agujereado, que las autoridades soviéticas improvisaron para impedir una nube radiactiva.
"Si recibimos el diseño definitivo del sarcófago en octubre, haremos todo lo posible para completar nuestra revisión cuanto antes. Probablemente, las obras podrán empezar a finales de este año", explicó Mykolaichuk, que ha visitado Madrid para dar una conferencia en la sede del Consejo de Seguridad Nuclear español.
La construcción del sarcófago es una lucha contra el reloj. El actual cascarón ha sido parcheado varias veces, la última en 2008, pero "no se puede garantizar que no queden pequeños agujeros", según admite Mykolaichuk. Por estos orificios escapa la radiactividad sepultada bajo el cemento y, lo que es más peligroso, se cuela el agua de lluvia, formando un amenazador caldo de uranio y plutonio.
"El actual sarcófago puede durar 15 años más como mucho, porque no podemos mejorar su seguridad sin límite", aclara la presidenta del organismo que vigila los 15 reactores nucleares ucranianos. Además, los retrasos disparan los costes, dejando en papel mojado el presupuesto que se manejaba hasta ahora.
El Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, que administra el Fondo del Sarcófago de Chernóbil, calculaba una cifra de 432 millones de euros. "Es obvio que esta cantidad es insuficiente. El presupuesto se elaboró en la década de 1990 y ahora todo es más caro. Nadie puede dar una cifra definitiva todavía", afirma Mykolaichuk. La treintena de países que llenan la hucha, entre ellos España, se reunirán en julio en Kiev para volver a echar cuentas. Ya han entregado unos 800 millones de euros, pero la factura puede ser mucho mayor. La Asociación Nuclear Mundial habla de 1.200 millones de euros.
"No me importa la OMS"
Las autoridades ucranianas han intentando rentabilizar la central abriéndola al turismo. Una visita breve al reactor y a la fantasmagórica ciudad de Prípiat, donde la radiactividad obligó a desalojar a casi 50.000 personas, cuesta unos 100 euros. Mykolaichuk rechaza este turismo morboso. "Los lugares que visitan son seguros, pero no me parece una buena idea que los turistas se paseen por Chernóbil", critica.
Un informe de la Organización Mundial de la Salud aseguró en 2005 que las muertes atribuidas directamente
directamente a la radiación liberada en Chernóbil "no llegan a 50", aunque añadía que otras 4.000 podrían fallecer. Greenpeace, sin embargo, culpa al desastre de 200.000 muertes en Bielorrusia, Ucrania y Rusia. Mykolaichuk elige bando. "Mi padre fue enviado a Chernóbil el 26 de abril de 1986 para evacuar a la gente. Murió de cáncer con 64 años. Mi bisabuelo, que era químico y estuvo en dos guerras, murió a los 96. No me importa lo que diga la OMS".
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