viernes, 12 de marzo de 2010

12.000 kilos de diversión

Ni vehículos, ni estacionamientos, ni terrazas. La avenida Rey Don Jaime cambió ayer su habitual aspecto para convertirse en el escenario de la batalla más esperada y divertida del año: el coso multicolor.
Desde primera hora de la tarde las aceras situadas a ambos lados de la céntrica vía se fueron llenando progresivamente de grupos de gente joven, parejas con carritos, padres y madres de la mano de sus pequeños, gente mayor y sobre todo muchos niños que comenzaban a prepararse para el combate.
Pañuelos anudados en torno a la boca entre los menos previsores y gorras, sombreros, capuchas y mascarillas en el caso de los más veteranos se transformaron en los uniformes del ejército conformado por miles y miles de vecinos y visitantes que esperaban en tensa calma a ambos lados de la avenida los primeros envites de la artillería conformada por toneladas de papel multicolor.
«Solemos participar todos los años y esta vez hemos decidido venir bien preparados para no pasarlo mal luego», explicaba Pau mientras acababa de atar a un compañero una mascarilla de quirófano en torno a la cara. «Nosotros hemos venido con los nietos, pero preferimos quedarnos atrás para no ponernos perdidos», se excusó una pareja que prefirió quedarse a cubierto bajo los soportales de una vivienda.
Los integrantes de las agrupaciones musicales de Bulgaria y Ucrania fueron los encargados de amenizar la espera. Los primeros dedicaron a los presentes un desfile de majorettes ambientando con música de banda. En el caso de Ucrania, un grupo de más 60 niños y jóvenes deleitó a los presentes con danzas tradicionales y un espectáculo de banderas que fue especialmente bien acogido por el público.
De pronto, se hizo el silencio. Puntuales, a las 17.30 horas, las primeras carrozas asomaron por el extremo de la avenida que linda con Arrufat Alonso. «Recordamos que hasta la segunda vuelta no comenzará a lanzarse el confeti y les pedimos que colaboren y, por seguridad, se mantengan en todo momento detrás de las vallas», alertaban por megafonía los organizadores del evento.
32 carrozas
Este año el coso multicolor reunió a más de 600 participantes a bordo de 32 carrozas. El vehículo de la Germandat dels Cavallers de la Conquesta, con Na Violant d'Hongria y sus Dones de Companya, fue el encargado de abrir el desfile, seguido de las carrozas de las 19 gaiatas de la ciudad. Las reinas de las fiestas de la Magdalena, Ana Frías y Mari Paz Lázaro, junto a sus cortes de honor, cerraron la comitiva seguidas por el camión que transportaba decenas de bolsas gigantes llenas de miles de kilos de confeti que posteriormente se repartirían entre los asistentes.
Pequeños y mayores aguardaban impacientes que comenzara la acción mientras por los altavoces sonaba música que abarcó desde bandas sonoras de películas como 'Spiderman' a la discografía de los Delinqüentes.
Tras la primera vuelta de reconocimiento, comenzó la batalla. Primero con timidez y luego sin ningún tipo de miramiento, las personas apostadas en las carrozas comenzaron a atacar a los asistentes arrojándoles confeti a manos llenas.
El público, desarmado en los primeros ataques, sólo podía defenderse atrapando al vuelo o recogiendo del suelo los restos de los miles de elementos multicolores que volaban sobre sus cabezas.
Para igualar fuerzas, desde algunas de las carrozas arrojaron a los asistentes bolsas enteras que tardaron segundos en convertirse en munición con la que tratar de asaltar a los pasajeros de las carrozas o rebozar a los propios compañeros de filas a pie de calle. Niños y mayores -el coso multicolor no entiende de edades- se agolparon en torno a las vallas para cargar munición y disfrutar de la actividad.
Apenas media hora después del inicio del coso, el suelo de la avenida ya se había convertido en una tupida alfombra multicolor que crecía a cada nueva vuelta de las carrozas. En total se lanzaron 12.000 kilos de confeti, tres toneladas menos que el año pasado, aunque nadie lo diría a tenor del estado en que quedó la céntrica vía.
«Lo que más me gusta es poder venir con mis primos y jugar cuando han acabado de lanzar todo el confeti desde las carrozas o tirárselo a nuestros padres», comentó Andrea mientras su padre la sorprendía cubriéndole la cabeza de papel. «Mi madre me ha obligado a ducharme antes de comer y seguro que esta noche me tengo que bañar otra vez», se lamentaba Quique, mientras trataba de sacudirse el confeti del pelo. Y es que una gran batalla, aunque sea de papel, siempre deja algún tipo de huella entre los combatientes.

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