sábado, 30 de enero de 2010

Ucrania antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales

La revolución naranja en Ucrania estalló hace cino años en protesta contra los intentos de imponer el gobierno pro-ruso. Su líder, Viktor Yúshenko, llegó al puesto del presidente, pero desgraciadamente en vez de cumplir las promesas electorales, se ocupó sobre todo de luchar contra sus adversarios. Cuando en pleno invierno de 2006 Rusia cortó el suministro del gas a Ucrania en un gesto vengativo por sus planes de incorporarse en la UE y la OTAN, Yúshenko cedió a Moscú y consintió que una misteriosa empresa intermediaria RosUkrsEnergo se quedara con unas comisiones millonarias. Nadie tenía duda de que, como antes, las elites políticas rusa y ucraniana se repartían el dinero. No sorprende que en la primera vuelta de las elecciones presidenciales el 17 de enero, los votantes humillaron al presidente saliente con el 5,45% de los votos.

Hoy día la situación política en Ucrania ha tomado cierto rumbo, un tipo de “la tercera vía este-europea”. Se caracteriza por una democracia, pero defectuosa, por un sistema capitalista, pero no del todo. Es un estado de derecho, pero más bien del de los que han promulgado las leyes. Aunque gobiernan los políticos, los oligarcas capitalistas están detrás de sus decisiones.

Las elecciones presidenciales en curso ya no son una apuesta por todo, como hace cinco años. Entonces se trataba de democracia o autoritarismo. Ahora, independientemente de quien gane la segunda vuelta el 7 de febrero, Viktor Yanukóvich, el líder de la oposición, o Julia Timoshenko, la primera ministra, Ucrania seguirá siendo una democracia aunque imperfecta. Queda por ver como va a evolucionar: hacia Rusia o hacia Europa. Lo importante es que el próximo presidente consiga estabilizar la situación política y empezar unas reformas económicas. La normalidad de estas elecciones es quizás el mejor símbolo de que la revolución naranja no ha sido en vano.

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