domingo, 19 de julio de 2009

Nabucco, la nueva diplomacia del gas

Imagine que comparte inmueble con un vecino que siempre tiene problemas para pagar sus facturas. De hecho no es la primera vez que le cortan el gas, pero como la conducción principal del edificio pasa por su vivienda, si él no cumple, todos los pisos se quedan sin calefacción. A usted le dan sudores fríos cuando llega la fecha de pago, y su comunidad de propietarios lleva años pensando en cambiar las canalizaciones para sortear la dependencia del inquilino moroso.

La UE tiene ese problema con Ucrania, por donde circula el 80% del gas ruso que llega a Europa y que a la vez supone el 40% del consumo de la Unión. Si Kiev no paga, millones de europeos se quedan sin calefacción, así que los Veintisiete han decidido renovar las cañerías con Nabucco, un gasoducto de 3.300 kilómetros de longitud que costará 7.900 millones de euros y que podrá bombear cada año 31.000 millones de metros cúbicos, algo menos del consumo de España. Traerá gas a Europa atravesando Turquía desde Oriente Medio, donde reinó la dinastía de los Nabucodonosor.

Se acabó pasar frío por culpa del vecino, dice la UE. Aunque la importancia de Nabucco no se termina en el radiador. El proyecto, que se puso en marcha el pasado lunes con el acuerdo entre los países cuyos territorios atravesará (Turquía, Hungría, Bulgaria, Rumanía y Austria), permitirá reducir la dependencia energética de la Unión, pero la obligará también a reordenar sus relaciones con todos los habitantes del barrio. Y algunos ya han mostrado su disgusto.

Medvédev y Merkel

«Nadie ha dicho todavía de dónde van a sacar el gas», advirtió el pasado jueves el presidente ruso, Dmitri Medvédev, tras reunirse en Múnich con la canciller Angela Merkel. Alemania es el primer consumidor europeo de gas y principal impulsora de Nabucco, y, como apunta Medvédev, su mayor problema será encontrar alternativas para llenar de combustible las nuevas tuberías. No será fácil, porque las opciones son las ex repúblicas soviéticas de Azerbaiyán, Turkmenistán y Uzbekistán, a quien Rusia ya presiona para monopolizar la distribución de su producción gasística; e Irán e Irak, inquilinos cuyo solo nombre aterroriza a todas las familias del vecindario.

La UE asegura que la única pretensión de Nabucco es «despolitizar el gas», en palabras del comisario europeo de Energía, Andris Piebalgs. Pero Rusia opina lo contrario y critica que se trata de «un proyecto politizado». Quizá porque cuando toda la manzana depende de ti para calentarse, resulta mucho menos enojoso acudir a esas pesadas juntas de vecinos donde solo se habla de derechos humanos, de asesinatos de periodistas críticos y de represalias contra la oposición política.

Claro que no se trata solo de eso. A Moscú le molesta Nabucco porque compite con dos proyectos de gasoductos con origen en su territorio que podrían garantizarle un buen trozo del pastel del mercado europeo. Se trata del Caudal Sur (Stream South, en inglés), que llegará a Europa cruzando el mar Negro para bifurcarse en Bulgaria y arribar a Austria y a Italia; y el Caudal Norte o Stream North, que llegaría a Alemania por el Báltico. Su capacidad conjunta suma 118.000 millones de metros cúbicos anuales, cuatro veces más que Nabucco y casi el 25% del consumo previsto de la UE en los próximos años.

Prodi, Schröder y Fischer

Si alguien duda de la importancia geopolítica del gas, basta para desmentirlo con echar un vistazo a los nombres que más suenan en los puestos clave de los tres proyectos: el ex canciller socialdemócrata alemán Gerhard Schröder es el consejero delegado de North Stream, y el que fuera su ministro de Exteriores y antaño activista verde, Joska Fischer, asesor de Nabucco. El ex primer ministro italiano y ex presidente de la Comisión Europea Romano Prodi acaba de rechazar una oferta para un cargo similar South Stream.

El próximo 7 de agosto vence el pago de la factura mensual del gas que Ucrania debe pagar a Rusia. Y será elevada porque es en verano, cuando baja el consumo, cuando los inquilinos de la Europa del norte aprovechan para llenar sus depósitos y asegurarse reservas para el invierno. ?Los ucranianos también, pero su deuda, según cálculos de Bruselas, puede rondar esta vez los 500 o los 600 millones de euros. Una cantidad inasumible para la cartera de Kiev, a la que la crisis ha dejado vacía de divisas. ?«Si Ucrania no paga tendremos un problema», reconocen fuentes del gabinete del comisario de Energía, que advierten de que el inquilino moroso puede volver a armarla. Nabucco ya está en marcha, pero la guerra del gas no ha terminado

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