viernes, 8 de mayo de 2009

La UE impulsa su colaboraciòn con las antiguas repúblicas soviéticas

La Unión Europea (UE) dio hoy en Praga el pistoletazo de salida al Acuerdo de Asociación Oriental con seis antiguas repúblicas de la URSS situadas en Europa oriental y en el Cáucaso del sur: Armenia, Azerbaiyán, Bielorrusia, Georgia, Moldavia y Ucrania. Este acuerdo, conocido también como «Partenariado Oriental», está promovido por Polonia, Chequia y Suecia; Alemania lo ve con buenos ojos y Francia se mantiene escéptica, porque su prioridad se centra en el fortalecimiento de los lazos entre Bruselas y la ribera sur del Mediterráneo. España, aunque comparte en gran medida el objetivo galo, «se ha mostrado favorable a la iniciativa y da todo su apoyo para que salga adelante», según fuentes diplomáticas españolas.

La alianza oriental reunió en la capital checa a representantes de los 27 Estados de la UE y de los seis ex países soviéticos, en muchos casos de segunda fila, y de instituciones comunitarias. En la apertura de la cumbre, tanto el primer ministro saliente checo, Mirek Topolanek, como el presidente de la Comisión Europea (CE), José Manuel Durão Barroso, mandarin un mensaje de tranquilidad, colaboración y deseos de buena vecindad con sus vecinos orientales.

Topolanek, que abandonará sus funciones este viernes, aseguró que el acuerdo «no puede ser una reedición de los dos bloques, Este y Oeste», ni «una lucha de influencias».

En clara alusión a Rusia, que recela de esta iniciativa, Topolanek explicó que «cuando me preguntan lo que es la alianza oriental, primero suelo decir lo que no es, y no es un acuerdo contra nadie». Por ello, el premier checo dijo no entender la reacción del Kremlin, porque «le hemos explicado lo que queremos» y «no es otra cosa que la cooperación en el dominio económico, social, de los derechos humanos y de la seguridad» con las seis repúblicas ex soviéticas.

«Espero que cada país sea capaz de aprovechar esta oportunidad», destacó Topolanek. El presidente de Ucrania, Viktor Yushenko, insistió en la idea de que «queremos lanzar una asociación política y de cooperación económica». Por su parte, la comisaria europea para las Relaciones Exteriores, Benita Ferrero-Waldner, rechazó las críticas de Moscú al acuerdo, y señaló que «la UE y Rusia tendríamos que estar muy contentos de tener a unos vecinos que generen estabilidad».

Reto europeo

El reto de la UE es potenciar la cooperación bilateral y multilateral en el orden económico y comercial, político y jurídico, así como mejorar la seguridad en el dominio energético y el control de fronteras y potenciar las instituciones públicas.

Para ello, Bruselas se dotó en 2008 de un programa de ayuda de 600 millones de euros hasta 2013. Este objetivo es visto por Rusia como una agresión a sus intereses y un intento de potenciar la esfera de influencia comunitaria hasta sus fronteras Tanto es así, que el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguei Lavrov, manifestó que, aunque «hemos oído las declaraciones de Bruselas acerca de que la asociación no es un intento de crear una nueva esfera de influencia y que no afectará los intereses de Rusia, no voy a negar que ciertos comentarios de esta iniciativa de la UE nos han preocupado».

Así las cosas, la cita de Praga olvidó las recientes crisis entre Bruselas y Moscú durante la guerra de Georgia o el conflicto del gas entre Ucrania y Rusia. La UE mantiene serias diferencias sobre la relación con Rusia, pues algunos países poscomunistas miran con recelo a los dirigentes del Kremlin, mientras que los grandes Estados del oeste de la Unión prefieren el entendimiento por razones económicas y políticas. Es por este motivo que no estuvieron en Praga dirigentes europeos como Nicolas Sarkozy, Gordon Brown y José Luis Rodríguez Zapatero.

Los presidentes de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, y de Moldavia, Vladimir Voronine, tampoco acudieron a la capital checa, porque su relación con la UE no atraviesa su mejor momento. La declaración aprobada fue objeto de duras negociaciones entre los Estados comunitarios del oeste, como España, Francia, Alemania, Holanda y Bélgica, que no están dispuestos a flexibilizar la concesión de visados para los seis países ex soviéticos, y los poscomunistas del este.

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