jueves, 4 de diciembre de 2008

Rusia considera que le ha ganado a la OTAN el pulso por Ucrania y Georgia



Rusia ha aceptado restablecer los contactos políticos con la OTAN, congelados desde el conflicto en Georgia de agosto pasado, pero no tiene intención de modificar su política exterior y de seguridad. Su oposición al ingreso de Georgia y Ucrania a la Alianza Atlántica sigue igual de firme, y la amenaza de instalar nuevos misiles en la región de Kaliningrado se mantiene intacta en caso de que EE.UU. y la OTAN mantengan sus planes de poner en marcha un sistema antimisiles en la República Checa y Polonia.
El pulso que la Alianza Atlántica y Rusia establecieron lo ha ganado Moscú pero, como dijo el embajador en la OTAN, Dmitri Rogozin, «no voy gritando ¡hurra! por ahí porque me dirían que es poco diplomático».
El secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, recibió de los ministros de Exteriores aliados un mandato para entablar «contactos informales» con Rusia, pero no le autorizaron a una «normalización» sin consultarles primero. Rogozin cree que los contactos se establecerán «antes de fin de año» y «es igual que sean formales o informales, la única diferencia es que en los informales se toma café, pero siempre se puede pedir una taza» y Moscú ya ha enviado a un general a Bruselas para empezar a prepararlos.
Cautela y optimismo
La interpretación diplomática del embajador ruso es que «la OTAN ha emprendido un cauteloso intento de restaurar las relaciones con Rusia y Rusia lo acoge con cauteloso optimismo».
Moscú reanudará sus contactos con la Alianza Atlántica antes de fin de año
La clave que ha desactivado por ahora las tensiones ha sido la renuncia de los ministros de Exteriores de la Alianza a dar pasos concretos para que Georgia y Ucrania fueran miembros de la organización, como se les prometió en la cumbre de Bucarest . A estos países se les ha dicho ahora que recibirán ayuda para llevar a cabo las reformas necesarias, que se reactivará el papel de las respectivas comisiones bilaterales con la OTAN, pero cuando se le preguntó al secretario general si podía decir cuándo se cumplirá la promesa del ingreso o si es posible establecer un calendario, tuvo que reconocer que «no es posible».
Rogozin se lo tomó a broma: «Lo más importante es saber cuándo entrarán en la OTAN y si lo harán dentro de 100 o 200 años, por que la verdad es que no les prometen nada».
Pero al margen de la sorna del representante ruso en la OTAN, las cuestiones de calado permanecen. Ha dejado claro que Moscú no puede aceptar que Ucrania se integre en la OTAN, no sólo porque «cuando obtuvo su independencia de la Unión Soviética se comprometió a ser un país neutral», sino porque «el que quiere el ingreso es el presidente Víktor Yúshenko, que tiene un apoyo del cinco o seis por ciento de la población».
El embajador ruso es de los pocos a quienes llamó la atención que se hablase por primera vez en un documento oficial (la carta de la Comisión Ucrania -OTAN) sobre la «integridad territorial» de Ucrania, algo que tiene un significado más especial si se tiene en cuenta lo sucedido en Georgia en agosto pasado. Rogozin habló de «los movimientos tectónicos que se producirían en el seno de Ucrania si avanza en la perspectiva de su integración euro-atlántica». Y por lo que se refiere a Georgia, Rusia considera que es inútil cualquier intento de conciliación con el presidente Sakhasvili porque «consideramos que los georgianos no tardarán mucho en elegir a otros dirigentes».

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