domingo, 30 de noviembre de 2008

Este rey no me gusta un pelo

El otro día conversaban en la calle, acaloradamente, dos jubilados. Por lo inusual de la conversación me acerqué a ellos como quien se aproxima a la fogata en mitad del frío invernal. Nos saludamos y entonces les pregunté cuál era el motivo de la discusión. El más sosegado me dijo, nada que este dice que: ¡El rey no le gusta un pelo! El más enfadado me mostró la portada de un diario de tirada nacional -
Público
- en donde aparecía una foto del ex agente de la KGB y ex presidente de Rusia Vladimir Putin abrazado a Juan Carlos de Borbón. Ambos mandatarios sonreían. La ilustración iba acompañada del siguiente texto: «El rey intervino a favor de Lukoil. La posición del monarca influyó en el cambio de discurso del Gobierno sobre la operación de compra a Repsol».
Comprendí entonces la indignación de aquel abuelo. Ahora que la crisis nos afecta tanto a todos, en lugar de nacionalizar empresas las seguimos vendiendo a especuladores internacionales de guante blanco. En este caso, rusos. Nada tengo contra este pueblo, pero sí contra sus ladrones. Hemos olvidado que la rusa Gazprom dejó sin suministro de gas a Ucrania y que dijo que no volvería a abrir sus gasoductos si aquel país no le pagaba lo que le debía a la empresa, lo que dejó a millones de personas a merced de los intereses económicos de esa multinacional y sin importarle que pudiesen morir los ucranianos a causa de los rigores del invierno: una maquiavélica forma de presionar al moroso Gobierno de Ucrania. Hemos olvidado que entonces Gazprom estaba dirigida por el actual presidente ruso, Dimitri Medvédev. Hemos olvidado que una gran parte de los recursos energéticos y minerales del mundo están en manos de empresas rusas como las mencionadas. Hemos olvidado que Rusia estuvo en guerra contra Georgia este verano y que la Unión Europea sólo protestó tibiamente a la agresión. Hemos olvidado que Lukoil tiene en su Consejo de Administración a antiguos dirigentes de la KGB y a capos que operan en el mundo con oscuras estrategias y ocultas violencias que, en comparación, empequeñecen a la Camorra napolitana. Hemos olvidado que aquí en España hay miembros de esa petrolera que permanecen encarcelados y acusados por blanqueo de dinero y asociación ilícita: Zakhar Kalashov, Tariel Oniani y varios de sus hombres, que fueron detenidos y acusados de intentar sobornar a dos jueces de la Audiencia Nacional (según sabemos por un informe judicial suizo). Ante tanto olvido uno se pregunta ¿cómo puede aconsejar el Rey que la mafia rusa entre en España tan impunemente? Desde luego no encuentro una respuesta ética, y clara, a mi pregunta.
Pienso que la figura del Rey no debiera intervenir directamente en política, pues para eso está el Gobierno y su presidente. Pero aún me parece peor que el Rey haga un papel de "lobby" y cabildeo amparado en una Constitución que protege al monarca de cualquier responsabilidad por sus actos. Por eso creo que es necesaria una reforma de la Constitución bajo la que no se imponga esta figura como modelo de Jefe de Estado, dando la posibilidad de una alternancia si así lo deciden los ciudadanos.
La monarquía es una institución obsoleta, de carácter medieval. Además, y debido a su naturaleza humana, también puede cometer errores. Por ello, y por respeto a quienes la apoyaron, no digo que dicha institución tenga que desaparecer, pero al menos debería existir la opción de una consulta periódica para decidir si se mantiene o no, pues estar sometidos de por vida a las decisiones de una persona impuesta no es bueno ni deseable.
En relación con la información publicada en la edición de ayer sobre el homenaje a la hellinera Soledad Molina, esta empresaria de la emblemática fábrica de caramelos

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