domingo, 17 de agosto de 2008

Europa y la mala estrella de la guerra de Crimea

Una de las guerras más crueles y absurdas del siglo XIX tuvo lugar en Crimea. La chispa que la desencadenó fue el más nimio de los incidentes imaginables: la desaparición de una estrella de plata que adorna el Portal de Belén, en Palestina. Monjes católicos y ortodoxos se acusaron mutuamente de haberla robado. Unos lograron el apoyo de Francia y los otros de Rusia; la tensión diplomática fue creciendo y (sumada a una situación ya volátil) todo terminó en una feroz contienda a miles de kilómetros.
Lo excepcional, por definición, es improbable, pero la onda expansiva de Georgia ha acercado más que nunca la posibilidad de otro conflicto por Crimea, esta vez en el siglo XXI. La península pertenece a Ucrania, pero Rusia mantiene sus bases navales en ella. En realidad, Crimea (como Osetia del Sur y Abjasia) es un regalo soviético reciente y discutible. El irredentismo está aún más justificado porque (a diferencia de Osetia y Abjasia) la población es allí completamente rusa, no solo pro rusa. El presidente ucraniano, Víktor Yúshchenko, que tiene que ser consciente de este paralelismo, ha decidido jugar con fuego al amenazar con bloquear la flota rusa de Crimea. En derecho internacional el bloqueo de un puerto es considerado casus belli , un motivo justificado de guerra?
Paralelismos
No es el único paralelismo entre Yúshchenko y su homólogo georgiano, Mijaíl Saakashvili, quien, por cierto, estudió la carrera en Ucrania. Ambos llegaron al poder en sendas revoluciones de colores (golpes de Estado blandos, pero más o menos populares). De sus promesas de lucha contra la corrupción, mejoras económicas y alineamiento pro occidental, ninguno de los dos pasó de cumplir la última, y aun esta ha resultado ser únicamente una alianza con Washington, no con Europa. En lo demás, ambos líderes se han revelado como demagogos autoritarios, sostenidos en el poder por medio de la corrupción y el fraude electoral. Rusia, con sus pulsiones imperialistas y autoritarias no es ningún ejemplo; pero, paradójicamente, parece el ejemplo en el que se han inspirado sus rivales.
El problema que esto plantea a Europa puede entreverse en la cauta diplomacia desarrollada por Francia y Alemania en Georgia. Con la excepción de Gran Bretaña (cuyas inversiones en los oleoductos georgianos la ponen en una posición diferente), la vieja Europa tiene la convicción de que, por condenable que sea la desmesura rusa, Georgia se lo ha buscado y, sobre todo, no merece una guerra mundial, ni siquiera una fractura diplomática grave.
La crucial energía rusa
Estados Unidos dispone de su propio petróleo y controla el de Oriente Medio, pero la UE depende de manera crucial de la energía rusa. Alemania, en particular, se ha preocupado de construir una relación sólida con Moscú después de que los impagos de Ucrania estuviesen a punto de provocar varias veces un corte del suministro de gas que nos habría afectado a todos. Una Ucrania en conflicto con Rusia es lo último que desea ver Europa. Por eso le negó, igual que a Georgia, la entrada en la OTAN. Quién sabe. En cualquier momento desaparece una simple estrella de plata y nos encontramos con una guerra en Crimea.

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