lunes, 18 de agosto de 2008

En el patio de atrás de la UE

No es fácil alcanzar todos los intríngulis de la guerra entre Rusia y Georgia, teniendo como excusa Osetia del Sur y Abjasia. La impresión que tienen algunos es que desde 1989, pero sobre todo desde1991, los rusos, antiguos soviéticos y comunistas, acostumbrados a ser un imperio, vieron cómo se derrumbaban sus referencias y cómo muchos de los países que eran sus amigos, o estaban bajo su órbita, se pasaron con todo tipo de bagajes al “enemigo” y así se explica que en la actualidad el cerco militar de Rusia es más estrecho que en la época soviética. La mitad de las catorce repúblicas ex soviéticas mantienen hoy presencia militar de Estados Unidos o de la OTAN. Hasta Ucrania es definida como parte de la "zona de seguridad" estadounidense.
Ante esta situación el señor Putin -que conviene no olvidar que fue formado en la escuela del KGB y que su obsesión es el regreso de la potencia rusa-, no una potencia que contribuya al equilibrio mundial, sino una potencia con objetivos estrictamente nacionalistas.
No hay que ser tan ingenuos pero los EE.UU tienen los mismos intereses que los rusos por lo tanto la tensión, la lucha, el enfrentamiento está servido, sólo que ahora quien paga los platos es, una vez más, la Unión Europea.
No es casualidad que los rusos hayan aceptado y dado protagonismo a la diplomacia de la UE.Pero vayamos por partes. ¿Cómo es posible pensar que el señor Saakashvili, presidente de Georgia, él solito, sin encomendarse, ni a dios ni al diablo, se haya atrevido a meterle el dedo en el ojo a Putin mientras estaba en los Juegos Olímpicos de Pekín y con el Presidente ruso Medvedev en un crucero por el Volga y todo el mundo pendiente de la impresionante inauguración de la XIX olimpiada? Una de dos: o Saakashvili se ha vuelto loco, que fue lo que le dijo Sarkozy a Putin en su primera llamada, o el presidente georgiano creyó hacer de acuerdo con Bush una jugada maestra. Pero el cálculo de previsión de los rusos les falló. Ellos creyeron que estando los dos prohombres fuera, la capacidad de respuesta no sería ni tan rápida ni tan enérgica y Bush, que tampoco se distingue por ser muy improvisador (acordémonos cómo se quedó en la escuela cuando le avisaron del atentado de Nueva York o de cómo no reaccionó ante el Katrina, en Nueva Orleáns) se quedaron boquiabiertos con la impresionante exhibición de fuerza de los rusos que la acción de Saakashvili se la había puesto, como se dice, “a huevo”.
Lo que ha ocurrido es que Rusia, que poco a poco ha ido ganando espacios y sobre todo ha ido ganado fuerza y riqueza por su petróleo y su gas, ahora está harta de que le ninguneen. Recordemos que hace un año se dio la orden de nuevo de que la marina rusa patronee por todos los mares del mundo.
Rusia no acepta que se le considere todavía un enemigo y que se le ponga, con la excusa de peligro de guerra, un cinturón de misiles. Se acaba de firmar un nuevo plan de misiles en Polonia y los ucranianos acaban de pedir que Rusia informe del movimiento de sus barcos cuando salen desde Crimea. Eso es tentarle los correspondientes al tigre, que diría el clásico.
Ante la tremenda estulticia del presidente georgiano Rusia no va abrir las mandíbulas y va a demostrar al mundo jugamos todos con las mismas reglas y todos estamos en el mismo barco, hacer dinero, mucho, pero mucho dinero.
Rusia ya advirtió que si Kosovo se podía marchar de Serbia, también lo podían hacer Osetia de Sur y Abjasia y que si los norteamericanos podían intervenir en Iraq para cambiar un régimen “democrático” también lo pueden hacer ellos en Georgia. ¿O no? Lo advirtieron y las consecuencias ahí están. Quien avisa no es traidor, dicen el refrán clásico.
El ataque comenzó a las 23,53 de la noche del jueves 7, con disparos de sistemas "grad" de artillería en salvas y aviación. Diez pueblos de los alrededores de la capital Tsinkhvali de población osetina fueron "arrasados" y la capital, Tsinkhvali, muy destruida por el ataque. El balance, según Moscú, es de dos mil muertos y más de 30 mil refugiados.
En Pekín, Putin mantuvo dos conversaciones separadas sobre la crisis de Osetia, una con el Presidente francés, Nicolás Sarkozy, y otra con George W. Bush. En la primera, Sarkozy le dijo a Putin: "Saakashvili está loco". En la segunda, Putin le dijo a Bush que Rusia adoptaría "medidas militares" en respuesta al ataque georgiano contra la república rebelde de Osetia del Sur, cuya población no quiere formar parte de Georgia sino incorporarse a la Federación Rusa, al igual que Abjasia, otra autonomía georgiana formalmente independiente desde 1989.
Los rusos saben que desde su misma llegada al poder en virtud de la denominada Revolución de la Rosa, en noviembre de 2003, el presidente Saakashvili fue un peón de la Administración de Bush. Por su parte, los norteamericanos respaldaron la candidatura de Georgia a la OTAN y con pasión. Menos mal que la canciller Merkel se lo pensó dos veces.
Llegados a este punto, y ante lo sucedido en Osetia del Sur y Georgia, cabe hacerse la obligada pregunta clarificadora: ¿qui prodest? ¿A quién beneficia? Aparentemente, a los rusos. Veremos si esa es la conclusión final.
Los hechos son los hechos y estos son: En julio, Estados Unidos, Georgia y Ucrania, realizaron maniobras militares terrestres en territorio georgiano. Georgia en este último año ha modernizando su ejército con la asesoría de Estados Unidos, que tiene en Georgia un total de 129 "consejeros militares". Georgia mantiene un enorme incremento de su gasto militar, se ha gastado más de mil millones de dólares en defensa, comprando armas a Ucrania, Turquía, Israel y Estados Unidos, incluidos misiles tierra/aire "Stinger" de fabricación estadounidense. ¿Ustedes creen que Rusia se va a quedar con los brazos cruzados?
Hay un detalle que parecerá insignificante pero como escribe Yulia Latinina de Novaya Gazeta: “Osetia del Sur no es una región, ni un país, ni un régimen. Es una empresa conjunta entre generales siloviki (ex burócratas de los servicios secretos) y bandidos osetios para ganar dinero en un conflicto con Georgia” para que se comprenda mejor lo que hay detrás. Casi todos los altos cargos del “Gobierno” de Osetia del Sur son ex funcionarios rusos. El “ministro del Interior”, por ejemplo, sirvió antes en el Ministerio del Interior de la Osetia del Norte rusa.
A mayor abundamiento Putin ya había concedido pasaporte ruso a los residentes en Osetia del Sur. Es claro que hoy no son los tiempos de la invasión soviética a Hungría o a Checoeslovaquia y que el Kremlin no puede anexionar a la Federación Rusa a las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur, tal como quiere la inmensa mayoría de sus respectivas poblaciones, porque nadie en el mundo reconocería tal absorción, así que se establecerá una absorción “de facto”, copiando los métodos de la OTAN y Estados Unidos en Yugoslavia. Y de Iraq o Afganistán si no se llega a un acuerdo, las reglas deben ser para todos iguales y en estos momentos los rusos tienen la sartén por el mango y el mango también.
Esto es le patio trasero de la UE pero conviene no olvidar que patio trasero del otro lado es ruso, aunque a muchos les cueste trabajo aceptarlo. Hay analistas políticos muy conspicuos que hace tiempo están señalando que Moscú desea un mayor protagonismo real y diplomático de Bruselas y que se debe incrementar el acercamiento Europa-Rusia.
La cuestión a estas alturas de la película es que para países como Georgia, Ucrania y los países bálticos, a los que Moscú considera parte de su cinturón de seguridad, de las marcas del Imperio. La solución es ¿pasarse al otro lado más allá del Atlántico?
Moscú sabe que la adhesión de Ucrania y Georgia sería un casus belli. Pero por otra parte los EE.UU., que no son la UE, tensionan la cuestión con sus alianzas bilaterales. Rusia contesta con el chantaje permanente que la condición de productor de gas y petróleo de Rusia le permite ejercer sobre los países europeos, que cometen el error de presentarse ante ella de forma dispersa. La gran pregunta estratégica que debe hacerse la UE es: cómo comportarse ante una Rusia que ya no duda en pasar de la amenaza a la ejecución.
Quizás la UE debe pensar por su propia cuenta y no ser tan seguidista de los EE.UU. ni tener tanto temor reverencial a Rusia.

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