lunes, 28 de abril de 2008

El arma rusa contra la OTAN

Moscú logró por el momento detener la ampliación de la alianza atlántica hasta sus fronteras, mediante una política de colaboración con los independentistas osetios y abjasios para reducir el actual territorio de Georgia. La misma política sería aplicable en las regiones de Ucrania habitadas por rusos. Los gobiernos occidentales, por primera vez, detuvieron el avance del cerco a Rusia, por entender que si aceptan a Ucrania y a Georgia, estarán incorporando dos conflictos de consecuencias impredecibles.
Vuelve a mostrarse astuto y decidido como un lobo siberiano. Cuando aparenta flexibilizarse y conceder, en rigor está replegándose para recuperar perspectiva y poder contraatacar. Así es Vladimir Vladimirovich Putin. Un líder dispuesto a todo, menos a capitular. Lo está demostrando con Georgia, y el siguiente en la lista será Ucrania. Como nacionalista ruso y paneslavista, entiende que cualquier cosa es negociable, pero no la presencia en la frontera de un viejo enemigo y actual adversario. Y si las clases dirigentes en Tiflis y en Kiev quieren que sus países formen parte de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el presidente de la inmensa Rusia les hace saber que no les saldrá gratis. A la cuenta tendrán que pagarla con sangre y territorios.La ex república soviética de Georgia, la patria de Stalin, tiene dos talones de Aquiles: Osetia del Sur y Abjasia, las regiones separatistas con que Moscú puede poner en jaque a los gobiernos georgianos. Los osetios son un antiguo pueblo nor-caucásico, con su propia lengua (de origen iranio) y una literatura nacional, marcada por el gran escritor decimonónico Kosta Jetagurovs, y los relatos épicos sobre grandes combatientes, como los guerreros narts.Las tierras de este pueblo se dividen en la República de Osetia (septentrional) que forma parte de Rusia con el nombre de Alania. Y la Región Autónoma de Osetia (meridional), que está dentro de Georgia y su capital es Tsjinvali. Tras la desaparición de la URSS, está región disputada durante siglos por los zares, los imperios centroasiáticos y los pueblos caucásicos, se proclamó independiente iniciando en 1991 una guerra independentista contra el ejército georgiano. Desde hace años rige un alto el fuego, cumplido por Rusia y por Georgia, que implica la existencia de dos gobiernos osetios: el pro-ruso que encabeza Eduard Kokoiti, y el pro-georgiano que lidera Dmitri Sanakoyev. Pero en los hechos, Osetia del Sur está separada de Georgia aunque sin integrarse a Rusia.El otro talón de Aquiles georgiano es Abjasia, región de la costa del Mar Negro con capital en Sujumi, que durante siglos estuvo bajo el mando de los sultanes turcos y también proclamó su independencia de Georgia, hecho ocurrido en 1992. La guerra secesionista quedó interrumpida en 1994 por un armisticio que, en los hechos, hace de Abjasia un estado separado de Georgia, aunque hace dos años el ejército georgiano ocupó la Alta Abjasia y la puso bajo el control de los gobiernos de Tiflis.Desde entonces, Georgia denuncia la colaboración encubierta de Rusia con los movimientos separatistas de osetios y abjasios. En los tiempos de Boris Yeltsin, el Kremlin se limitó a la ayuda encubierta y a la advertencia contra cualquier acción bélica desmesurada por parte de Georgia para reimponer su soberanía en los territorios rebeldes. En un principio, Putin continuó esta línea de ambigüedad y contención, pero la intención georgiana de ser aceptada en la OTAN hizo cambiar esta política por una de respaldo abierto y público a los gobiernos independentistas tanto en Osetia del Sur como en Abjasia.Implícitamente, Putin le está diciendo al gobierno de Georgia, hoy encabezado por Mijail Saakasvili, lo que, en su momento, Slobodan Milosevic les dijo al croata Franjo Tudjman y al musulmán bosnio Alia Izetbegovic. Eslovenia se había separado de la Federación Socialista Yugoslava, y se disponían a hacer lo mismo Croacia y Bosnia Herzegovina. Como el ejército federal había sido derrotado por las milicias eslovenas, la apuesta de Milosevic fue armar a las regiones de Croacia y de Bosnia con población serbia (Krajina y Pale), para que se independicen por la fuerza y pasen a integrar la Gran Serbia.La inspiración estaba en Hitler proclamando que todo territorio centroeuropeo con población germana era Alemania, por tanto los Sudetes checoslovacos, la polaca ciudad de Gdansk, más Holanda, Flandes y toda Austria, además de Alsacia y Lorena, debían integrarse al Reich.Slobodan Milosevic no logró la Gran Serbia que se proponía. Peor aún, fue sumando derrotas hasta hacer desaparecer la Yugoslavia creada por el mariscal Tito y dejar reducida a la propia Serbia, que perdió Kosovo. Pero todos los pueblos que osaron desafiarlo navegaron por océanos de sangre y destrucción hasta alcanzar el objetivo.El mensaje que Moscú está enviando a Tiflis dice claramente que, si Georgia pasa a ser parte de la OTAN, perderá los territorios de Osetia y Abjasia. Sobre esto debe también tomar nota Kiev, ya que las regiones orientales de Ucrania, donde se encuentra la industria pesada, tiene una importante población rusa. El Kremlin, implícitamente, está amenazando a los gobiernos de Ucrania, ahora en manos de los partidos pro-europeos, con alentar el independentismo y amputar territorios si el país se suma a la alianza atlántica.El mensaje implícito alcanza a la propia OTAN. Sucede que, de sumar a Ucrania y Georgia, la alianza atlántica incorporaría inmediatamente dos conflictos en los que enfrentaría, indirectamente pero muy de cerca, a la gigantesca Rusia nacionalista de Putin y Medvedev. Y todo parece indicar que el mensaje fue leído por los líderes occidentales. Tal vez por eso la decisión inicial ha sido postergar la aceptación de Georgia y Ucrania como miembros de su coalición militar.

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