domingo, 6 de abril de 2008

Despedida agridulce

En su última cumbre de la Otan, el Presidente norteamericano no consiguió dejar un legado con el ingreso a esa organización de Ucrania y Georgia, dos países de la entraña de Rusia.
Unas de cal, otras de arena. A esa conclusión debe haber llegado el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, tras su participación en la cumbre de la Otan que tuvo lugar en Bucarest la semana pasada. Del encuentro con los líderes de los otros 25 países miembros de la organización, Bush se llevó en el bolsillo dos cosas por las que había venido luchando desde hacía meses: la aprobación del escudo antimisiles que se instalará en Europa oriental, y el envío de más tropas europeas a Afganistán, donde Washington combate a los talibanes. Pero también sufrió un duro revés porque la mayoría de sus aliados se negaron a darle el sí al ingreso de Ucrania y de Georgia en la Otan, por el que tanto había presionado la Casa Blanca.En la que fue su última cumbre de la Otan, Bush se despidió contento en lo que se refiere al "sí" que la Alianza Atlántica le dio al escudo antimisiles. Esa determinación permitirá que Washington instale en Polonia varias plataformas para lanzar cohetes nucleares que apuntarán directamente al Oriente y para que ponga radares de gran alcance en la República Checa. La idea, según indicó el viernes The New York Times, es "responder a las amenazas de Irán", cuyo presidente, Mahmoud Ajmadineyad, se ha manifestado varias veces en contra de las políticas de Washington y ha aludido a Estados Unidos con expresiones hostiles.A Bush le costó trabajo sacar adelante la aprobación del escudo antimisiles. En primer lugar, sorprendió a sus aliados con el anuncio de que había llegado a un acuerdo con la República Checa para emplazar los radares en ese país de Europa oriental. Eso enfureció a la jefa del gobierno alemán, Angela Merkel, y a otros dirigentes europeos que se sintieron agarrados con los pantalones abajo. Pero no sólo eso. También le cayó mal al presidente ruso, Vladimir Putin, que ha declarado reiteradamente que esta acción equivale a revivir los tiempos de la Guerra Fría. Algunos dirán que la furia de Putin no importa porque será reemplazado el 7 de mayo por Dimitri Medvédev. Están equivocados. Medvédev es una ficha de Putin, y éste ocupará de ahora en adelante el cargo de primer ministro.


En Kiev, un manifestante sostiene carteles que dicen: “Bush, no metas las narices”, y “El desayuno de la Otan”. Arriba, Bush en sesión con su secretaria de Estado, Condoleeza Rice. Su expresión lo dice todo



Otro asunto por el que Bush les había pedido ayuda a sus socios era el ingreso a la Otan de Ucrania y Georgia, dos antiguas repúblicas de la desparecida Unión Soviética. Su objetivo, según explica en el diario madrileño El País el periodista Luis Bassets, uno de los analistas más atinados de los temas europeos, era "convertirse en el Presidente estadounidense que dio mayor impulso a la Alianza Atlántica hasta cercar a Rusia y dejarla como único país no atlantista en el mar Negro". Al fin y al cabo, sólo tres antiguos satélites de la Unión Soviética entraron a la Otan, mientras que otros siete lo han hecho desde cuando Bush despacha en la Oficina Oval de la Casa Blanca.Pero esto no le salió al Presidente como esperaba. Ni Angela Merkel, ni el presidente francés Nicolas Sarkozy, ni el jefe del gobierno español José Luis Rodríguez Zapatero, ni la mayor parte de sus colegas le jalaron al asunto. Prefirieron darles palmaditas en la espalda a Ucrania y Georgia y decirles que deben hacer cola y sentarse a esperar. Si mejoran la calidad de sus democracias, y si Georgia resuelve los líos que tiene con las provincias independentistas de Adzharia y Osetia del Sur, tal vez obtengan una respuesta más favorable en la cumbre de ministros de Relaciones Exteriores de la Otan prevista para diciembre. Como dijo el ex canciller ucranio Boris Tarasyuk, "Moscú debe estar feliz con esta determinación. Pero este no es el fin de la historia. Sucederá tarde o temprano". Otra que salió aporreada de la cumbre que terminó la semana pasada fue Macedonia. Todo se debe a su nombre. Grecia exige que en vez de solicitar su ingreso a la Otan llamándose 'República de Macedonia' o simplemente 'Macedonia', al igual que una provincia griega, debería dejar claro que se trata de una República de la antigua Yugoslavia. Por contraste, lo que sí hicieron los jefes de Estado y de gobierno en Bucarest fue abrirles la puerta a otros dos países balcánicos, Croacia y Albania, que accederán al llamado Plan de Acción para la Membresía (MAP, por su sigla en inglés), una etapa previa a la de transformarse en miembro al ciento por ciento de la Otan. La entrada de Croacia y Albania a la Alianza Atlántica no es de poca monta. La última ampliación de la Otan se produjo hace seis años.La cumbre de Bucarest fue clave, por otra parte, por la actitud de Francia. Todo porque el presidente francés, Nicolas Sarkozy, anunció el retorno de su país a la estructura militar de la Otan. Francia se había retirado de esa estructura en 1966 cuando el general Charles de Gaulle, en una decisión motivada por su desconfianza ante la supremacía y el liderazgo que en esas materias ejercía Estados Unidos, ordenó el aislamiento. Pero Sarkozy, que como conservador francés es 'gaullista', dio un giro de 180 grados y pronunció un discurso clarísimo. En referencia al semestre en el que su país presidirá la Unión Europea y que finaliza en diciembre de este año, dijo: "Cuando concluya la presidencia francesa, Francia ocupará su sitio en las estructuras de la Otan".La declaración de Sarkozy va de la mano con su forma de pensar. A diferencia de De Gaulle, el actual presidente francés se ha mostrado muy partidario de Washington y Londres. Ha descrito a Estados Unidos como "la más grande democracia del mundo", y al Parlamento británico como "la madre de todos los Parlamentos". Sus palabras y su decisión en Bucarest, que implica el envío de casi 1.000 soldados para engrosar las tropas de la Otan en Afganistán, han molestado a muchos franceses, el 65 por ciento de los cuales se opone a que sus tropas sean desplazadas a territorio afgano a luchar a favor de una causa gringa, a la que miran con recelo.Sea como fuere, Bush se despidió de forma agridulce en Bucarest ante sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, un ente creado en 1949 para defenderse de los países del lado este de la Cortina de Hierro y cuya esencia se encuentra en el artículo 5 del texto, según el cual un ataque contra cualquiera de los miembros será considerado de la misma forma por todos los demás. Bush deja el poder el 20 de enero de 2009 y, a pesar de los gestos que ha tenido últimamente con sus socios de la Otan, no ha logrado que la gran mayoría olvide que se los pasó por la faja cuando decidió, sin la aquiescencia de los organismos multilaterales, invadir a Irak y meter a Occidente en un problema del que, cinco años y miles de muertos después, no sabe muy bien cómo salir

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