domingo, 6 de abril de 2008

Costes del populismo

En los últimos meses hemos sido testigos de nuevas formas de proteccionismo que, para variar, recaen sobre los mercados agrícolas. Tradicionalmente los agricultores han hecho pesar su voz, restringiendo las importaciones de granos, carne, leche, frutas y otros productos. Esta protección tenía su origen en países ricos, con una agricultura de altos costes, e iba en desmedro de los consumidores de esos países y de los productores agrícolas en el mundo en desarrollo. Las tensiones han sido suficientes como para dejar en el congelador la agenda de la Ronda de Doha.

Gobiernos proteccionistas condenan al mundo a alimentos más caros al reemplazar cooperación y comercio, por temor y arbitrariedad
El nuevo proteccionismo tiene el signo opuesto: son los gobiernos de países pobres que exportan alimentos con un peso muy fuerte en la canasta de los consumidores locales, los que restringen exportaciones para asegurar abastecimiento amplio y barato.
Frente a la fuerte alza de los precios del trigo, hemos visto como Ucrania, Rusia y otros productores han limitado exportaciones. En las últimas semanas ha tocado el turno al arroz: Vietnam, Egipto e India están intentando frenar exportaciones para mantener los precios internos bajo control, en medio de fuertes alzas en el precio de este cereal en los mercados internacionales.
Estas medidas distorsionan seriamente el comercio internacional y siembran el miedo al desabastecimiento, impulsando compras preventivas por otros países. Con ello prácticamente aseguran que en el futuro los consumidores vamos a tener que pagar más caro por los alimentos y, de paso, condenan al hambre a los más pobres y a quienes dependen de la ayuda internacional para alimentarse.
Al bloquear las alzas de precios en el mercado local, los gobiernos están indicando a los agricultores que se deben dedicar a otros cultivos, no los más escasos. Es cierto, otros productores, en otros países, van a reaccionar cultivando el trigo y arroz que faltará, pero a costes más altos, ya que no son tan eficientes ni productivos como los agricultores del Cáucaso o del valle del Nilo. Al final todos perderemos en este proceso de destrucción de comercio, en que la cooperación inducida por la mano invisible de los mercados libres y el comercio internacional, es reemplazada por el temor y la desconfianza ante la arbitrariedad.
Joaquín Vial es miembro del Servicio de Estudios de BBVA.

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