El ucraniano Anton Kovalyov, con 15 años, es el maestro internacional más joven del país; representa a la Argentina, pero, sin apoyo, se fue a Canadá
Anton Kovalyov, de 15 años, sabe muy bien aquello que querer es poder. Tenía sólo 8 años cuando llegó a la Argentina, en 2000, desde su Jarkov natal, en Ucrania, sin conocer un caballo de ajedrez; descubrió los secretos del juego y los asimiló como un rayo. Siete temporadas después se consagró como el maestro internacional más joven del país, para hacer añicos los récords de Hugo Spangenberg y Damián Lemos, con 16 años. Anton quiso y pudo. Pero la hazaña amenaza con volverse olvido; hace algunos meses se marchó en la búsqueda de apoyo para su carrera ante el desdén de una dirigencia vernácula, que no supo cobijarlo. En Montreal, en compañía de su familia, analiza las mejores variantes de su avance junto a los trebejos, mientras busca un punto en la Tierra donde afincarse. Su vínculo con la Argentina, acaso, no ha concluido; aún juega bajo la bandera celeste y blanca, mientras escribe nuevas historias. "Aquí, en Canadá, hay poco ajedrez, pero en los Estados Unidos es distinto, aunque para ello hay que pagar. Mi mamá dice que eso sólo sirve para ganar plata, no para progresar en mi juego", cuenta a LA NACION Anton Kovalyov en una charla telefónica desde Montreal, donde la mayoría de sus vecinos son franceses e ingleses. "Aquí se nota la discriminación; los franceses verdaderamente la hacen sentir", interrumpe la mamá de Anton, Tetania, una mujer rubia de 44 años, de piel blanca y ojos celestes que encandilan. "Anton fue obligado a estudiar francés en la escuela y ello le hizo perder un año del secundario. Cuando en marzo cumpla 16, él elegirá libremente el idioma que quiera estudiar en el colegio y seguramente se inclinará por el inglés", completa la madre, que pasa las horas atendiendo el hogar y a los tres varones de la casa. El papá y el hermano de Anton, ambos de nombres Sergei, trabajan en una fábrica; conocen el sacrificio. Los Kovalyov huyeron hace casi 20 años de una ciudad cercana a Chernobyl luego de que se desatara la tragedia nuclear; vivieron en Jarkov, pero el crecimiento de sus hijos y el temor a que fueran convocados por el ejército ucraniano los obligó a dar el salto. Soñaban con hacer la América ; llegaron a la Argentina en 2000, pero se marcharon siete años después. -¿Por qué se fueron de la Argentina? -La verdad es que no la pasamos bien en Buenos Aires, desde que llegamos tuvimos muchas dificultades. Al principio, un banco se quedó con nuestros ahorros con el tema del corralito. Luego compramos una computadora nueva para Anton y cuando se descompuso descubrimos que nos habían vendido una máquina usada. Además, las promesas de ayuda para Anton nunca llegaron y los tres asaltos que sufrió mi marido, y otro más mi hijo mayor en el último año, nos hicieron pensar que era mejor marcharnos en lugar de esperar a que las cosas cambiaran". Anton arrastra la prosapia e idiosincrasia de los ciudadanos del Este; se ríe poco y habla menos. Tras el aprendizaje junto a Marcelo Reides, en el Club Argentino, y más tarde con los maestros Pablo Ricardi y Oscar Panno, se refiere a la nueva experiencia. "Ahora tomo clases por Internet con un argentino, Javier Moreno, que vive en Madrid. Nos conocimos en España. Después de jugar un abierto en Canadá viajé a Europa y estuve en San Sebastián (salió 2do), en Alcalá de Henares (subió su puntaje Elo), Calviá (finalizó entre los 20 mejores sobre casi 300 participantes y logró el título de maestro internacional) y Portugal (finalizó 2do). Tal vez lo mejor de todo es que subí mi Elo y estoy 5to. en el ranking argentino, detrás de Flores, Peralta, Felgaer y Cámpora." -¿Lo superaste a tu maestro, a Ricardi? -Sí (suelta media risa), parece que es así, pero igualmente él es un muy buen jugador y maestro. En su acotada carrera, Kovalyov cuenta con victorias ante grandes maestros; lo padecieron el argentino Miguel Quinteros y el español Juan Manuel Bellón. Y luce empates con el uruguayo Andrés Rodríguez, el ruso Oleg Korneev, el indio Chanda Sandipan, el azerí Guliev Namig y el lituano Eduardas Rozentalis. En su palmarés figuran dos conquistas, el abierto Ciudad de Pinamar y el de Avellaneda, y dos primeros puestos compartidos, en Portugal y San Bernardo. -¿Ya sabés lo que querés ser en el futuro? - Seguro, me gustaría ser campeón mundial. Admiro las partidas de Kasparov, Kramnik y Anand, pero si tuviera que elegir una carrera estudiaría ingeniería. Mi papá era ingeniero mecánico en el ejército de Ucrania. -Y fuera del ajedrez, ¿qué otras cosas te gustan? -El cine, veo dos películas por día; me gustan las de terror, pero para mí el ajedrez es lo que vale. Anton Kovalyov, portador de una historia con luces y sombra, se exhibe como una de las nuevas estrellas frente al tablero. Ilumina su juego. Juega y triunfa en cualquier tierra. 5° es el puesto que, con 2525 puntos, ocupa Kovalyov entre los argentinos en el ranking Elo; se ubica a 10 del 4°, Cámpora. Diego Flores, el 1°, suma 2558 puntos. Por Carlos A. Ilardo Para LA NACION
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