domingo, 4 de julio de 2010

Una victoria sin escape

La República de Ucrania (603.628 km² y 46 millones de habitantes) es un vasto país de llanuras, algunas montañas y casi tres mil kilómetros de costas sobre los mares Negro y Azov. En la antigüedad fue el granero de Grecia y durante el resto de su historia esa bendición, formó parte de sus desgracias. Incorporada a la Unión Soviética desde su fundación, habría de pagar el alto costo de la colectivización forzosa de la tierra con tres millones y medio de muertos por hambre, sumados a las 680.000 víctimas de la represión estalinista.

El 22 de junio de 1941, el ejército alemán invadió la Unión Soviética; tres meses más tarde, luego de una gigantesca batalla, ocuparon Kiev, la capital ucraniana. Cuando el Ejército Rojo la liberó, el 6 de noviembre de 1943, apenas quedaban 80.000 habitantes, de los 400.000 que había en 1941.

Entre tantas historias de horror y heroísmo, circulaba una sobre el F.C. Start, un fantástico equipo de fútbol. En 1981 el gran director John Huston se inspiró-es un decir- en este relato para filmar "Victory" (Escape a la victoria), donde demostró que no sabía nada de fútbol y a veces se olvidaba de dirigir. El señor Galeano no podía perderse esa historia y la incluyó en uno de sus folletines: "Al enfrentarse a un equipo alemán le habían advertido: Si ganan mueren. Entraron resignados a perder, temblando de miedo y de hambre, pero no pudieron aguantarse las ganas de ser dignos. Los once fueron fusilados con las camisetas puestas, en lo alto de un barranco, cuando terminó el partido".

Con la caída de la Unión Soviética, algunos investigadores, entre ellos Andy Dougan (Dynamo: Defending the Honour of Kiev, 2002) y Claus Bredenbrock ("Los once de la muerte", documental, 2005), quisieron rastrear la verdadera historia.

El telón se abre en la Panadería Nº 3 de Kiev, una gran fábrica de 300 trabajadores -seguramente mano de obra forzada- que producía más de 50 toneladas diarias de pan. Josef Kordik, un checo pronazi, o colaboracionista al menos, que vivía en la ciudad desde la primera guerra, era el encargado. Un día se encontró con Nikolai Trusevich, arquero del disuelto Dinamo de Kiev, se lo llevó para la fábrica y comenzó a edificar el sueño del pibe.

Los alemanes y los colaboracionistas estaban organizando una suerte de liga con cuatro equipos formados con militares ocupantes de varias nacionalidades y el Rukh, con colaboracionistas locales. Kordik ofrecería el sexto. Luego de convencer a Trusevich, éste localizó a Makar Goncharenko, que se escondía en casa de su suegra, y entre los dos reunieron al resto de los jugadores. Así nació el F.C. Start, cuyo plantel, supuestamente obreros de la Panadería, en realidad estaba integrado por catorce experimentados jugadores, la mayoría del Dinamo Kiev, a los que sumaron otros del Lokomotiv Kiev.

Debutaron el 7 de julio de 1942 derrotando 7 a 2 al Rukh, el de los colaboracionistas, y siguieron ganando, cosa bastante razonable teniendo en cuenta su patrocinador -que se las arreglaba para mantenerlos bien- y el hecho de que enfrentaran a jugadores aficionados. En agosto los visitó el Flakelf, un equipo de la Luftwaffe, la Fuerza Aérea alemana; ganaron los ucranianos 5 a 1 y enseguida se fijó la revancha. Esta vez se tomarían previsiones. En el caluroso domingo del 9 de agosto, el estadio Zenit de Kiev estaba repleto. Se tomó una foto donde ambos equipos aparecen mezclados y sonrientes. Los ucranianos recibieron varias recomendaciones: saludar a sus adversarios al estilo nazi y no oponer resistencia a un saludable triunfo alemán. La primera recomendación fue a medias cumplida: saludaron con el brazo en alto, pero en lugar del "¡Heil, Hitler!", gritaron "¡Deporte!, ¡Hurra!". El primer tiempo terminó 2 a 1 a favor de los ucranianos, a pesar de la permisividad del juez y la violencia alemana. De modo que fueron amenazados formalmente: "Ustedes no pueden ganar. Les aconsejo que piensen un momento sobre las consecuencias que ello les puede acarrear", les dijo un oficial de la SS.

Pero a esa altura el público también estaba jugando su partido. Una parte, formado por la tropa alemana, le tiraba con lo que tenía a mano al golero Trusevich, pero los hinchas ucranianos también hicieron lo suyo. Hubo más goles, dos por bando y el partido se terminaba con un 5 a 3 a favor del Start, cuando Alexei Klimenko, eludió a la defensa alemana, incluido el arquero, pero en vez de dejarla llegar mansita a las piolas, se paró sobre la línea, giró y pateó la pelota hacia el centro del campo. Ganaron, humillaron y sin embargo pudieron retirarse del estadio e incluso jugar otro partido. El 16 de agosto le dieron un baile al Rukh. 8 a 0. Entonces, Georgy Shvetsov, un colaboracionista fundador y entrenador del "Rukh", gestionó el encarcelamiento de sus rivales. Nikolai Korotkykh fue ejecutado, denunciado como agente de la resistencia, Pavel Komarov fue liberado, probablemente a cambio de colaboración y el resto fue enviado al campo de concentración de Siretz. Allí murieron, el 18 de febrero de 1943, Ivan Kuzmenko, Alexei Klimenko -el del no-gol- y el arquero Nikolai Trusevich, en un fusilamiento selectivo como represalia por las actividades de la resistencia. El resto logró sobrevivir a la guerra, pero no a la acusación estalinista de "haber confraternizado con el enemigo". Aparentemente lograron salvarse a cambio de guardar silencio sobre el "partido de la muerte". Así fue hasta 1959, cuando la historia convenientemente esterilizada fue divulgada en un libro, al que sucedieron películas, homenajes y hasta un monumento.

Cuando a principios de los 90, ya caída la Unión Soviética, Andy Dougan fue en busca de la verdad, sólo quedaba Makar Goncharenko, harto de cargar con sus recuerdos, de sus sucesivos silencios, del papel de héroe soviético y del glorioso "partido de la muerte: "Mis amigos no murieron porque fueran grandes jugadores, murieron como tantos, […] víctimas de una masacre a gran escala".

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