jueves, 18 de febrero de 2010

La culpa la tienen los pobres, también en Ucrania

Una rápida valoración de lo que está ocurriendo en la política ucraniana:

a) La lucha entre las élites políticas ucranianas no acaba en la pugna política y electoral, y probablemente tiene otro campo de lucha abierto en los aparatos del estado. Al respecto, ¿quizás el poder judicial lo controle el sector occidentalista?

b) Pase lo que pase a corto plazo no va haber ningún Cártel político entre la sensibilidad occidentalista y la más próxima a Rusia. La apuesta de Timoshenko es arriesgada, como le salga mal y dependiendo de cuanto suba la temperatura política, puede que el coste político le suponga quedar marginada de la pugna política. En este caso podrían aparecer nuevas alternativas occidentalistas que sepan acaparar está sensibilidad con una nueva imagen menos desgastada que la que representan los líderes de la “revolución naranja”.

c) Lo ocurrido confirma que a los “naranjas” no les importaba la democracia. En el 2004 y 2005 lo que buscaban era la toma del poder, y en está ocasión, Timoshenko al cargar contra el resultado electoral está cargando contra las instituciones y el nuevo orden “creado” por los “naranjas”. Desde este punto de vista, esta semana El País publicaba un artículo de Timothy Garton Ash lleno de prejuicios ideológicos y con una perspectiva normativa que se burlaba explícitamente de Yanukóvich e implícitamente de su electorado. No era menos llamativo leer como sin ambages trataba a Ucrania como poco menos que un país a colonizar. A pesar de todo, intentaba mantener la fachada “democrática” al afirmar que:

No hay duda de que es un vuelco asombroso el hecho de que Víctor Yanukóvich, cuyo fraude en las elecciones presidenciales ucranianas de 2004 desató la revolución naranja, haya sido elegido ahora presidente; pero no es el triunfo de una contrarrevolución azul. En todo caso, confirma que Ucrania está convirtiéndose en una democracia seria, en vez de la democracia virtual de tipo ruso que era antes de la revolución naranja.

A diferencia de muchas supuestas elecciones en regímenes autoritarios, no hemos sido capaces de saber este resultado de antemano. Experimentados observadores internacionales han dicho que han sido unas elecciones libres y limpias. La princesa derrotada, Yulia Timo-shenko, no debe impugnar el resultado; lo que debe hacer es comenzar su campaña para ganar en 2015
”.

Pues no ha sido así Timothy, y si esto nos demuestra algo es que los “naranjitos” tienen una visión de la democracia bastante sui generis como mínimo, y desde luego, bien lejos de la lógica de la competencia y la alternancia entre sensibilidades políticas diferentes.

El problema empieza cuando se da por hecho que algunos son los “buenos” porque quieren ser aliados de Occidente (¿podríamos interpretarlo como que desean ser vasallos o una neo-colonia?), y otros son los “malos” porque quieren mantener una política más soberana en las relaciones internacionales (podríamos decir que quieren jugar a hacer de equilibrista entre Occidente y Rusia). ¿Y dónde queda la praxis de cada uno? “¡Qué más da!” pensarán muchos analistas occidentales de política internacional. Estos realmente no tienen mucho interés en saber que representa cada opción política y que políticas proponen e implementan a nivel interno. Lo único que les preocupa es con quién se alían a nivel internacional, porque saben que si se alían con su opción, con Occidente, acabarán económicamente y militarmente a sus pies. Sólo desde ese punto de vista, como lo hace Timothy Garton Ash, se puede hablar con una connotación negativa respecto a la base militar que tiene la Marina rusa en Sebastopol, y en cambio, ver normal que toda Europa este llena de bases militares norteamericanas. Pero por suerte, siempre hay gente más sincera que todos esos periodistas y analistas que revisten su ideología y objetivos políticos con trajes políticamente correctos.

Hay gente como la periodista Yulia Latynina que no se cortan nada. Dicen lo que piensan, y eso está muy bien porque con gente como ella se sabe a lo que jugamos. Es gente profundamente autoritaria y antidemócrata. Tal y como lo expresa en su artículo Letting Poor People Vote Is Dangerouspublicado en The Moscow Times. Esta mujer le ve un problema a la democracia: los pobres. Y es que según ella, como los pobres pueden votar ocurre que los resultados de las votaciones a menudo no son los que “deberían de ser”. Es decir, los pobres no saben que es lo que “hay que votar”. Esta es la misma idea que destilaba el artículo de Timothy Garton Ash pero con una exposición y visión más radical. Equipara de igual manera a gobiernos democráticos, como el de Salvador Allende, con totalitarios, como el nacionalsocialista alemán. Para ella, todas estas victorias electorales son culpa de los pobres. Se entiende perfectamente que en su opinión sólo hay una opción política admisible: la neoliberal y occidentalista. Es la dictadura del pensamiento único. Sólo le sirve el juego en el que su postulado ideológico gane o gane. A partir de ahí, deja bien claro que no cree ni respeta la lucha entre diferentes intereses e ideologías. Sólo su ideología y su interés político es el legítimo, ¿será que Timoshenko habrá leído a Yulia Latynina?

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