El halo de tristeza que desprendían los niños de aquel orfanato oscuro y precario se quedó grabado a fuego en su maleta de recuerdos. Tanto le impactaron sus miradas apagadas cargadas de desconfianza que al regreso de Ucrania José Manuel Gálvez decidió que tenía que hacer algo por ellos. «Su imagen se me repetía continuamente en la cabeza y pensé que con pequeños gestos podíamos ayudarles», relata. Fue así, de forma espontánea y sin tener vinculación con ninguna asociación ni organización no gubernamental, como este malagueño de 33 años puso en marcha la campaña 'Coloreando sonrisas'; un proyecto solidario que aspira a recopilar material escolar para los huérfanos ucranianos.
La iniciativa se fraguó el pasado mes de mayo. Había pasado más de un año desde su viaje a la Europa del Este pero José Manuel no conseguía olvidar la visita que hizo a un orfanato de Kiev en compañía de una amiga que trabaja allí como colaboradora social. «Pude comprobar el estado en el que viven los niños, las malas condiciones en las que se encuentran las instalaciones y la falta de medios materiales que arrastran», detalla.
Esa necesidad de aportar un granito de arena empujó a Gálvez a mover ficha. Su primer paso fue contactar con el director de una de estas instalaciones. En concreto, con un orfanato ubicado en Vasylkiv, una pequeña ciudad de unos 40.000 habitantes situada a unos 40 kms al sur de Kiev.
Edificio de los años 30
El edificio, construido a finales de los años 30, da cobijo a un centenar de niños de entre 0 y 18 años huérfanos o procedentes de familias con escasos recursos económicos. Fijado el objetivo quedaba lo más importante: recabar apoyos para dotar a esos menores de lápices, cuadernos para colorear o libros con los que aprender y jugar.
Para su sorpresa, la respuesta de amigos y familiares ha superado con creces sus expectativas. De hecho, su meta inicial era conseguir 20 kilos de material y a falta de tres meses de dar por finalizado el proyecto ya ha duplicado esta cifra llegando a los 40 kilos.
Un buen resultado al que han contribuido sus contactos en el portal Couchsurfing (una gran red social internacional de viajeros de la que José Manuel forma parte). «Puse un anuncio animando a los usuarios a mandarme material para los niños y muy pronto empezaron a llegarme paquetes de todo el mundo. El primero, de un hombre mayor de Holanda que me envió dos estuches y un libro», cuenta.
Y el mapa fue creciendo, hasta el punto de que este malagueño cuenta que a fecha de hoy ha recibido contribuciones de punto tan dispares como Australia, Indonesia, China, Argentina, EE.UU., Holanda o Portugal, por citar sólo algunos ejemplos. De momento, el fruto de estos gestos solidarios aguarda amontonado en cajas de cartón en el trastero de José Manuel, donde cuadernos, lápices, rotuladores, mochilas, gomas, sacapuntas, libros o pegatinas esperan su próximo viaje a Ucrania para arrancarle una sonrisa a esos niños. Esa es, al menos, la ilusión del impulsor de dicha iniciativa, que aprovecha el reportaje para hacer un llamamiento a la colaboración tanto de particulares como de papelerías, «cuyos excedentes pueden sernos de utilidad» o empresas de transporte, «ya que el coste del envío es muy elevado y nos haría falta ayuda», reconoce.
En febrero José Manuel regresará al orfanato de Vasylkiv para finalizar su proyecto y entregar personalmente el material a los niños. Su idea es organizar una pequeña fiesta con payasos, músicos, magos para poner el broche de oro a una campaña benéfica que anima a imitar. «Mi caso es sólo un ejemplo que demuestra que cada uno de nosotros tenemos el poder suficiente para emprender acciones solidarias para ayudar a los demás», concluye.
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