domingo, 28 de junio de 2009

La 'Dimensión nórdica' desembarca en la UE

Este miércoles, Suecia asume la presidencia de la Unión Europea y lo hace en momentos de considerable dificultad para la organización. Un país con experiencia limitada en los asuntos comunitarios y una vocación europea escasa -se adhirió en 2005 porque su sistema productivo no soportaba mantenerse por más tiempo al margen del mercado único, pero aún no forma parte del euro y su identificación con el proyecto común es superficial-, va a tener que gestionar la entrada en funciones del Tratado de Lisboa si, como parece indicar, los irlandeses lo refrendan a comienzos de octubre.
Se trata de una tarea ingente porque los cambios institucionales previstos en el nuevo documento generarán tensiones políticas y confusiones inevitables en la escena continental. En este sentido, dos de sus actores principales, la Comisión y la Eurocámara, estrenarán mandato en su transcurso o inmediatamente después. La designación del nuevo presidente de la UE y de su ministro de Exteriores -que preservará la denominación de Alto Representante para la Política Exterior y que se convertirá automáticamente en vicepresidente de la Comisión- constituyen cometidos políticamente delicados que la presidencia sueca deberá gestionar.
Y por si esa tarea no fuera suficiente, al país escandinavo -que será sucedido por España en enero de 2010- le va a corresponder pilotar la salida de la UE de la crisis económica; ser la cabeza visible de los Veintisiete en las difíciles negociaciones sobre el post-Kioto en la cumbre que tendrá lugar en Copenhague el próximo diciembre; orientar las aspiraciones de Turquía a la integración en la UE y comandar los últimos esfuerzos para facilitar el acceso de Croacia, y quizás Islandia, a la Europa comunitaria. Todo ello, además, en el marco de una agenda internacional muy densa, que comprende, entre otras, cumbres bilaterales con Rusia, Ucrania, India, China y Sudáfrica.
Carl Bildt, el ministro sueco de Exteriores, y Cecilia Malmström, responsable de la cartera de Relaciones con la UE en el Gabinete del conservador Fredrik Reinfeldt, decían ser conscientes de las dificultades con las que Estocolmo se va a topar durante su mandato al frente de la UE, que hace el segundo de su historia en la Europa comunitaria. La crisis económica, en particular, distorsiona alguna de las prioridades continentales de los últimos años, como la lucha contra el cambio climático. Hay abierto un debate en la UE sobre la conveniencia de mantener la agenda y los objetivos ya definidos, en vista de los titubeos que se detectan en otras grandes economías mundiales, como la de EE UU. La nueva presidencia comunitaria, sin embargo, no quiere secundar esa discusión.
Ejemplo energético
En marzo, Suecia presentó una agenda nacional para reducir un 40% las emisiones de gases de efecto invernadero no comprendidos en el mecanismo europeo de intercambio de derechos de emisión en 2020, y lograr con ello una economía neutral en vertidos de carbono para mediados de la década. Las inversiones en eficiencia energética son fundamentales en el planteamiento y Estocolmo espera difundir su ejemplo entre los demás socios comunitarios.
Toda presidencia europea tiene sus sensibilidades y la sueca no lo iba a ser menos. La que se denomina 'Dimensión nórdica' de la UE va a ser potenciada por Estocolmo, que verá la manera de dinamizar la Asociación Oriental a través de la cual los países de la zona, con Suecia y Polonia a la cabeza, pretenden favorecer la aproximación de Ucrania a la UE, entre el recelo de los demás, de Alemania en especial. «La nueva estrategia para el mar Báltico», enunciada por el Gabinete de Reinfeldt, busca precisamente eso: desplazar el peso de la UE hacia el noreste.

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