lunes, 23 de marzo de 2009

OTAN, de la ceca a la meca

Durante muchos años en la OTAN no había incertidumbres. Era una organización en la que no cabía la opción de la derrota. Hasta la antigua URSS así lo asumía. Sesenta años después de su creación esta percepción ha cambiado. Y si la Alianza aparece hoy alguna vez por los medios es para recordar que, por el momento, pierde una partida tras otra en Afganistán. La Vieja Dama, sin embargo, no parece darse por aludida y, sin detenerse a contemplar el deprimente panorama afgano, continúa cultivando sus megalómanos sueños de expansión, triunfal entrada en el Cáucaso, dominio de las riquezas de Asia Central, integración de Ucrania e hipnosis de Rusia con música celestial. Hay una alarmante falta de realismo en este sueño de la razón atlántica. La OTAN divaga de la ceca a la meca sin pararse a contemplar que donde se la juega es en Afganistán, y que ahí debería centrar las energías que dilapida en otras locas quimeras.
La principal arma de la OTAN es su credibilidad. Si la pierde, la Alianza desaparece en 24 horas. Y su credibilidad está en muy seriamente amenazada en Afganistán. «Volvamos a nuestro lugar y dejémonos de andar de ceca en meca y de zoca en colodra», le gritaba Sancho a Don Quijote. El lugar de la Alianza es el realismo con fuertes dosis de cinismo. Es donde siempre ha estado. Y el realismo en Afganistán pasa por dilemas tan prosaicos como reconocer que le conviene llevarse bien con Rusia e Irán. Que tal vez necesite pactar con ciertos sectores talibanes, y a ver cómo convence a la opinión pública de que el talibán moderado es el que sólo pega diez latigazos en vez de cien a la mujer adúltera. Que el objetivo es la estabilidad y la erradicación de Al Qaida y no crear un edén democrático de la nada. Que el opio es el que da de comer a los afganos e igual lo más práctico es legalizar y comprar la cosecha. Y que en Babia nunca se ganó la guerra

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