jueves, 12 de junio de 2008

Salvar el horizonte

LADISLAO DE ARRIBA Naturalmente, uno está de acuerdo con quienes defienden el paisaje que pretenden hollar los «molinillos eólicos». Estoy a favor de salvar el horizonte, bastante perjudicado ya por los depósitos de butano de la Campa de Torres, porque pienso que esos cachivaches no servirán de mucho para resolver la dependencia energética de nuestro país. Uno, modestamente, está a favor de la energía nuclear, aunque esa declaración haga surgir, una vez más, la chapuza de Chernobil, que tan mala imagen supuso para las instalaciones nucleares. Los rusos también cometen chapuzas tecnológicas. Lo de Ucrania fue una de ellas y los perjudicados no fueron los ucranianos, sino los de la vecina Bielorrusia a quien los vientos reinantes desfavorecieron. Los ecologistas, esos eternos protestatarios, tienen que reconocer que las centrales nucleares no afectan negativamente al tan cacareado medio ambiente. A la vista de todos está lo bien que les va a los franceses con las suyas. Ellas son las que nos salvan a los españoles del déficit energético que sufre nuestra economía. Los «molinillos» son un invento de la modernidad que ahora priva y que han dado muy buen resultado en los países nórdicos, que los tienen instalados en el mar. Los bosques eólicos más exitosos están anclados para cabreo de los navegantes. Uno, desde el punto de vista estético, no admite más molinos que los manchegos. Aquellos que confundieron al ingenioso chalado don Quijote. Recuerdo la intransigencia del inolvidable Dioni Viña, respecto al súper espigón del Gran Musel que podía estropear la «rayina» del horizonte a los adoradores del paisaje que se contempla acodados en la barandilla del Muro.

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