viernes, 23 de mayo de 2008

Segundos fuera

Pocas sorpresas, pero tampoco demasiado sopor, en el segundo acto eurovisivo. Pasó la heroína recauchutada sueca, los piratas letones, el rapero senil croata, los bakalas islandeses y hasta los cuatro duros turcos. Y Ani Lorak, cómo te queremos Ani Lorak. Sólo Suiza, el baladón, baladón de esta edición, se ha quedado en el camino entre los favoritos. A Portugal le salvó la campana del jurado. Ahí va un repaso, so mero, perdón, somero, de lo que ha dado de sí (esto ya no vuelve a su ser) la noche. Islandia. La cosa arrancó mucho más animada que en la primera semifinal, con la «eurotrashtada» techno patillera de esta temporada. Vuelven, se revuelven en su tumba, los 90. Aunque la puesta en escena fue un poco parca, los nengs de Reykjavik son un trallazo, un pelotazo. Si te pilla en el primer anfiteatro, el balón te arranca la cabeza. Pónganse casco el sábado. Suecia. La plataforma antisueca, de la que me declaro simpatizante activo, no prospera. La canción es vulgar como comerse un platito deconstruido de Adriá con las manos y las uñas llenas de roña y tan corta de recorrido como el vestido de las coristas. Chata de narices. Lo clavó quien dijo que parece un descarte del peor disco, elija el que prefiera, de Roxette. Ella cada día está más Pamela Anderson. Y se ha manejado con una suficiencia desesperante. Se sobra. Tampoco le ha hacía falta más, la verdad, pero debería espabilar para la final. Turquía. Ahí les tienes, tan tiesos, tan serios, tan sobrios. Y el cantante, con esa sonrisa como de Joker de Batman. Inquietante. No sé qué demonios eran los hologramas del fondo, pero daban miedo también. Se agradece que se salga de la tónica (yo con vodka, por favor) de balada y bacalada que rige el Festival, pero además es que es una gran canción. Podría colar como un himno grunge perdido rescatado del olvido o un remedo de la versión más melódica de System of a Down. Un placer volver a escuchar esas guitarras bien afiladas en la final. Ucrania. Y llegó el momento. Uribarri tiembla de emoción, llora en un rincón. Ani Lorak, cómo te queremos Ani Lorak. Da igual que a veces chille como Mónica Seles al pillarse la mano con una puerta. Está como un queso, y más con ese traje robado del baúl de Beyoncé. Además parecía hiperactiva como una animadora de piscina de complejo hotelero. Se contonea, se menea, tontea, perrea. Aprende Perrelli. La canción es una deliciosa petardada disco setentera de las que te estallan entre las manos y todavía vas y aplaudes. Va a estar entre las tres primeras. Lituania. Otro baladón, baladón ampuloso y algo enfático. Y fatigoso, sobre todo. Sin piedra se me ha quedado el mechero. Mira, tengo una marca en el pulgar. Mola un cantante melódico con la pinta de Eddie Van Halen, pero a las malas canta como Bunbury encabronado. No se salvó ni por los pelos, ni por el contubernio del lobby del Este, no había manera. Albania. Olta bolka tiene 16 años, pero su canción aparenta no menos de 73. Además, ayer la peinaron como a una dama de honor de la boda de mi prima la del pueblo. Y con la chaqueta chica, mira que te dije que te la volvieras a probar antes. La canción (y la laca) no está mal, ni bien, ni todo lo contrario, es de las que te invitan a saquear el frigorífico. Uhmm, pizza. Calienta dos, que va a hacer falta. El aahhh del final parecía una renuncia, como si le hubiera dolido cantar y ya no pudiera soportarlo más. Pasa a la última ronda, pero la acabará pagando. Suiza. «Era stupendo», también conocida como «Molaba mazo», era el baladón, baladón de esta edición. La verdad es que el bello Meneguzzi (¿o era Sergio Dalma recién afeitado y con aftershave?) ha estado también sobrado, ahí con las manos en el bolsillo, como si buscara suelto para el periódico. Dios, Sole, busca otro mechero en la cocina, corre. Ah,no, que ahora ha puesto el disco a 45rpm. El cambio de ritmo ha vuelto a provocar división de opiniones: a algunos le han dado ganas de salir pitando y a otros de pitar a la salida. Por qué las coristas han sido peinadas por el estilita de la bruja Lola es una incógnita. El gran chasco de esta edición. Para casa. República Checa. Premio a la canción cachaza ochentera del año. La estupenda Tereza, y también qué pereza, Kerndlová parece la versión hipervitaminada (por lo que creció la muchacha no porque sea especialmente animada) de la Kilye Minogue de los 80. Treinta años no son nada, pero esta canción es menos que cero. Te queremos, Tereza, pero también te tememos, aunque no tanto como a tu Dj encapuchado. Uy, qué rutinaria. Bajón me ha dado... Pasan, pero a mejor vida. Bielorrusia. Esta noche muchos íbamos con Ruslan Alenho (Alejo Rula para los amigos) por aquello del estribillo que te acribilla en castellano. Las chicas de Freixenet con las que perpetró su himno amistoso también nos son familiares. ¿Eran unas bolas gigantes de Navidad lo que había sobre el escenario o la cabeza de Mafalda? Hasta la vista, decía. But I don't care, añadía. Pues eso. Despedida y cierre. Letonia. El abordaje de la mamarrachada etílico letona cumplió las expectativas. Lástima de tres cañones por banda y de Garfio con tembleque. Dios, esos coros de los Siete enanitos hasta las cejas no se puede decir que provoquen euforia, son un sablazo trapero a la eufonía como concepto, una felonía. Antes de que acaben ya vas notando la resaca. La bailarán en las fiestas patronales de Riga, y también el sábado. Croacia. Nunca podremos saber hasta donde hubiera llegado «El Gato» con su mantra ancestral, pero siempre nos quedará el abuelete rapero croata. Aún no tengo claro si su recitado (¿y qué dirá? ¿y tú de quién eres?) estropea o arregla este entuerto étnico arrabalero con aire de vals o vaya usted a saber qué. Vuelve José Velez. Yo creo que les salvó el xilófono con botellas de tinto. El señor mayor también cumplió. Ni se quedó tieso, ni olvidó la letra (supongo) ni le traicionó la próstata. Si en la final no quedan bien, el año que viene, al torneo de veteranos, Eurosenior. En serio.Bulgaria. Máquina total, metralla mix. De viaje por la ruta del bacalao de Sofía. Si te fías, te fríen. Esta sí, esta no, esta me asusta, te la comes tú. ¿Y el disfraz de chica del coro de la cantina del Far West? Nena, nena, nena... Inenarrable. De los platos de los dj salían llamas, puríficalo. Se les habrá calentado la cabeza. Flamígero, mortífero. Hala, a volver a estudiarse la integral de Chimo Bayo y a intentarlo otra década si eso. Necesito una tila, aunque sea para tirársela a alguien a la cabeza... Dinamarca. En mi prescindible opinión, esta es una de las canciones más agradables (es un piropo, creo) de este año, o de las que menos daño hacen, por lo menos. Por momentos, recuerda al sonido clásico eurovisivo. Un poco enséñame a cantar y así. El caso es que Simon Mathew estuvo un tanto desvaído, incluso parecía algo ido. Igual era por la gorra de repartidor de prensa. Para hoy sale hoy. Pero vuelve el sábado. No es igual una canción que da buen rollo que un rollo de canción. Y esta es de las primeras. La pilla una cervecera para su próximo spot y la convierte un hit, hit, hurra mundial. Pero conviene consumirla con moderación, siempre, por la subida de azúcar y eso. Georgia. Tampoco es lo mismo una canción que ruega por la paz que rogar a una canción que te deje en paz. No nos meteremos con la estética Matrix porque Diana Ghurtskaia es ciega, y además está rodeada de tuertos. No tiene mala voz, pero el temita temeroso es un sopor con puesta en escena retrofuturista tremendista. Si la coge Trevor Horn, la convierte en un cohete, pero así es una tuneladora de la moral. Te quedas en blanco, como ellos en su streptease final. Sólo puede ser cosa del contubernio del Este que sigan adelante. Hungría. Primer premio, o al menos accésit, a la canción e intérprete sosita del Festival. Y tiene mérito porque la competencia era feroz. Una baladón atemporal, en el peor sentido. Está fuera del tiempo. Ya hubiera sonado antigua en Altamira. Arqueología razonable. Y olvidable. Aquí no hizo falta mechero porque había velas en el escenario. Y a dos que se quedaron, claro. No me he dormido por si se me quemaba la manta, pero cómo me ha costado... Momento baño de la noche. Se agradece, no crean. Malta. Morena y su vodka, qué gran combinación. Da igual que se haga mechas, se tiña o tenga un poco voz de camionero. O que se ponga esas mallas algo jennys. Esta canción la repites en una radiofórmula y te la bebes. Acabaría arrasando en bodas y comuniones. En los bautizos no, que a los bebés les costaría superar el trauma. También encajaría en una escena de persecución de la próxima de Seagal con trama en la Rusia precapitalista. Síguela, síguela, pero no en la final. Chipre. Ufff, mira que me cae simpático este país, cómo quisiera quererte, pero no puede ser. La gente daba palmas, pero a mí me parecen muy pelmas. ¿Y la chica con el traje del emperador Ming de Flash Gordon? Ah, qué se lo ha quitado. Acabáramos... Original, original, pero sigue teniendo el peinado de Begoña Ameztoy o de la flaca de Las Virtudes. Son de los que más se lo han currado, pero no puedo, no puedo. Esa mezcla de aires, que me da un aire, zíngaros con trompetas de los payasos de la tele y guitarras AOR (a su lado Luciana es la Gerundina) son terribles. No siguen en la casa. Fyr Macedonia. Supertruño del año. Y la interpretación, dañina. Ella ha desafinado como Jennifer Tilly cantando una saeta en la ducha fría. Ellos han bailado como el Pato Lucas bajo los efectos del LSD y disfrazados de extras de Ozone. Todavía estoy subido en el techo. No quiero, no pienso bajar. Tengo miedo... Ah, vale que les han echado. Voy... Portugal. La gala empezó bien, pero se ha ido atascando como el centro del campo del Atleti. Un productor a lo Maniche, que repartiera juego y aportara equilibrio le hubiera venido también bien a esta engolada canción portuguesa en la que todo es demasiado grande y épico. De todas maneras, Vania Fernandes, la Rosa de España Ibérica cruzada con Demis Roussos, ha estado soberbia. O por ahí anda. Más desnuda, la canción, no Vania, hubiera ganado bastante. Y nosotros con ella. Como no les podíamos votar ni aquí, la ha repescado el jurado para el río revuelto del sábado. Suerte.

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