domingo, 11 de mayo de 2008

Condimento local, sabor universal


Saber y sabor magistral, finura en el cuidado del detalle, manejo excelso de la palabra, atractiva recreación de costumbres y formas de vida de la Rusia preRrevolucionaria, eso es lo que ofrece el escritor Nikolái Gogól en Las veladas de Dikanka, libro considerado la punta de lanza en su literatura.
Públicado inicialmente por entregas, el éxito de este volumen fue tal que el narrador nacido en lo que hoy es Ucrania decidió abandonarlo todo y centrarse definitivamente en el ejercicio de la escritura. Corría 1835 y él contaba con 26 años.
Dejó así una carrera de casi un lustro como profesor de historia en la universidad, en San Petersburgo, instancia que le permitió conocer a Alexander Pushkin, autor por cuya poesía profesaba incondicional devoción desde muy temprana edad y de quien terminó siendo amigo.
De personalidad esquiva e impredecible, misterioso y reservado, con dotes innatas de imitador y talento incomparable de actor cómico, Gogol encontró en las letras un natural y fértil territorio para desfogar una creatividad que lo comenzó a desbordar a edad muy temprana, como lo evidencia su proclividad por la mentira ingeniosa en su correspondencia de los años escolares.
A la manera en que Gustavo Adolfo Bécquer lo hace en sus Leyendas y Giovanni Boccaccio en El Decamerón, con sus respectivas distancias y estilos, Gogol ofrece en esta obra una serie de atrapantes relatos en los que prevalecen tradiciones, costumbres, leyendas, folclor y la vida cotidiana de la Rusia rural decimonónica. Literatura que tiene en el condimento local su gran valor universal.
Dividido el libro en dos partes, los cuentos que el autor pone en boca de un narrador ficticio abarcan diversos géneros: desde el humor y el terror hasta la literatura fantástica.
Título: Las veladas de Dikanka
Autor: Nikolái Gógol
Traducción: Víctor Gallego Ballestero
Editorial: Axial
Número de páginas: 271
Precio de lista: 160 pesos
Textos: Ángel Vargas

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