lunes, 10 de marzo de 2008

A Rusia y Turquía las desvela un “efecto Kósovo” en el Cáucaso

Abjadzia, Osetia sur, Alto Karabagh integran una marquetería secesionista en la mejor tradición balcánica. La inestabilidad involucra una potencia mundial (Rusia), dos locales (Turquía, Ucrania), Georgia, Armenia y Adzerbaidyán.También entran en el juego otros dos territorios en litigio –Najicheván, Adyaria- y un estado canalla manejado por mafias rusas, Transdñestria. A caballo entre Ucrania y Moldavia, sólo lo reconocen Moscú y Kíyev.
Por supuesto, este rimero de minúsculas naciones irredentas les crea dificultades a Irán -en el sudeste-, Rumania y Bukgaria, al sudoeste. Ambos países forman parte de la Unión Europea. La absurda independencia de Kósovo o Montenegro –otro reducto de mafias internacionales- recalienta una gama de separatismos sin asidero geopolítico ni económico.
La agitación precede al episodio de Kósovo y comenzó hace años con la violenta represión rusa en Chechenia. Hace un par de años, Montenegro (de etnia y lengua serbia, no albanesa) se separó de Belgrado y hasta adoptó el euro como moneda, algo que la Eurozona no reconoce.
Esta combinación de circunstancias abarca las intrigas de Rusia –apoya una Abjadzia independiente de Georgia- y Estados Unidos (aliado de Tiflis y de los chechenos). En cuanto a Turquía, simpatiza con Adzerbaidyán pero no, claro, con Armenia. Tampoco debe olvidarse que el polvorín kurdo implica a Angora en acciones miltitares dentro de Irak. Ni que los hidrocarburos son claves alrededor de dos mares (Caspio, Negro) y del cercano golfo Pérsico.

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