Abjadzia, Osetia sur, Alto Karabagh integran una marquetería secesionista en la mejor tradición balcánica. La inestabilidad involucra una potencia mundial (Rusia), dos locales (Turquía, Ucrania), Georgia, Armenia y Adzerbaidyán.También entran en el juego otros dos territorios en litigio –Najicheván, Adyaria- y un estado canalla manejado por mafias rusas, Transdñestria. A caballo entre Ucrania y Moldavia, sólo lo reconocen Moscú y Kíyev.
Por supuesto, este rimero de minúsculas naciones irredentas les crea dificultades a Irán -en el sudeste-, Rumania y Bukgaria, al sudoeste. Ambos países forman parte de la Unión Europea. La absurda independencia de Kósovo o Montenegro –otro reducto de mafias internacionales- recalienta una gama de separatismos sin asidero geopolítico ni económico.
La agitación precede al episodio de Kósovo y comenzó hace años con la violenta represión rusa en Chechenia. Hace un par de años, Montenegro (de etnia y lengua serbia, no albanesa) se separó de Belgrado y hasta adoptó el euro como moneda, algo que la Eurozona no reconoce.
Esta combinación de circunstancias abarca las intrigas de Rusia –apoya una Abjadzia independiente de Georgia- y Estados Unidos (aliado de Tiflis y de los chechenos). En cuanto a Turquía, simpatiza con Adzerbaidyán pero no, claro, con Armenia. Tampoco debe olvidarse que el polvorín kurdo implica a Angora en acciones miltitares dentro de Irak. Ni que los hidrocarburos son claves alrededor de dos mares (Caspio, Negro) y del cercano golfo Pérsico.
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