sábado, 5 de enero de 2008

Una segunda oportunidad a la democracia ucraniana


Los inviernos son calientes políticamente en Ucrania. En el 2004 la Revolución Naranja transcurría y triunfaba bajo fuertes nevadas. Las elecciones presidenciales de entonces, tres en total, sucedieron en los fríos meses de noviembre y diciembre. La jura del electo mandatario, Victor Yuschenko, fue en enero del 2005. En Diciembre del 2007 se volvieron a vivir jornadas de alta tensión en el Parlamento y las calles ucranianas. Desde el pasado 18 de Diciembre Yulia Timoshenko, por segunda vez en su vida, encabeza el ejecutivo ucraniano.
Fue electa en la Rada o parlamento ucraniano por 226 votos, los de su bloque partidista y la coalición que apoya al presidente “Nuestra Ucrania”. Se logró la victoria en el segundo intento alcanzando el 50 más 1 por ciento, entre 450 parlamentarios y ya en una primera ronda el 10 de Diciembre le había faltado un voto (225) para tener la mayoría necesaria de 226. De la votación electrónica pasaron a la manual y entonces fue que tras cincuenta minutos de trabajo se contabilizaron los votos. La prensa ucraniana afirma que las máquinas automáticas no son ya de fiar.
Los miembros del opositor Partido de las Regiones abandonaron el hemiciclo y los diputados del Partido Comunista y del Bloque Litvina (coalición del Partido del Trabajo y del Popular, con matices de centro y socialistas) se negaron a votar y estuvieron todo el tiempo sentados a la espera de una falla en el sufragio. Esperando sentados a que no triunfara la candidata y saltar para volver a presentar un gobierno con Victor Yanukovich al frente.
Dos legisladores del partido del presidente no acudieron a la votación, uno por encontrarse enfermo y el otro decidió de esa manera mostrar su inconformidad con el gobierno que ya se ha presentado. Antes de finalizar la sesión la Comisión Electoral parlamentaria firmó el acta de resolución para evitar confusiones futuras. Ya el primer acto del gobierno fue presentar el presupuesto para el 2008, que llevaba atrasado unos meses debido a la crisis política en el país, primero la falta de un legislativo y después de un ejecutivo.
Diez días bastaron para que el gabinete elaborara y presentara el presupuesto. Los primeros cambios en la política económica están destinados a las esferas energéticas, la aduana y la recaudación de impuestos, donde en los pasados años fueron feudos predilectos de empresarios y funcionarios corruptos. Las tensas relaciones con Moscú no han pasado a un segundo plano ni son utilizadas con fines políticos. Ya para mediados de enero está prevista una visita a Rusia y reuniones con las autoridades rusas.
La lección fundamental de las transformaciones en Ucrania es la necesidad de una unidad elemental, por lo menos de principios frente a los que no desean los cambios. De nada vale alcanzar el poder, sea en la presidencia, el ejecutivo o el legislativo, si las diferencias hacen imposible un trabajo mancomunado en bien de la población. En un retorno a las urnas, los votantes enseguida optan por votar a los que no se desgarran entre ellos para hacer una gestión gubernamental.
Después de haber perdido casi 15 años tras haber obtenido la independencia, la Revolución Naranja fue el inicio de un proceso renovador en la sociedad ucraniana, atrapada entre el Occidente europeo y un Oriente ruso. Entre una mitad del país que quiere irse por los senderos de Europa, integrando la Unión Europea, la OTAN, perteneciendo a la zona del euro, y una porción que desea mantenerse en la zona del rublo, obedeciendo los dictámenes de Moscú, culpando de cualquier falla a Occidente.
La debilidad de los demócratas ucranianos radica en la falta de consenso para enfrentar primero a la oposición proclive a todo lo que venga de Rusia y falta de unidad en los planes de desarrollo para conducir a Ucrania hacia esos senderos que ellos mismos desean. El propio presidente en ocasiones ha vacilado y pedido una coalición gubernamental con el partido de las regiones, y anteriormente había tenido a Yanukovich como su premier.
Urge reconocer que muchos de los conflictos internos son muchas veces elaborados a priori desde el exterior para complicar el ya difícil panorama político ucraniano. Un ejemplo de estas fabricaciones son las manifestaciones de separatistas rusos en la península de Crimea, que hacen levantar banderas rusas y amenazan con no permitir la salida definitiva de la flota rusa del puerto de Sebastopol, cuando finalice el plazo del convenio de explotación de las bases militares rusas en la zona.
Este gobierno de Yulia Timoshenko es una segunda oportunidad a la Revolución Naranja. En caso de fracasar tendremos un caso típico de inexperiencia e inaptitud política entre los demócratas ucranianos que siguen poniendo intereses personales y de grupo dejando a un lado los del cambio democrático y necesario para esa nación.

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