Si algo funciona, no debería importar “quién” lo diga. Pero duele aceptar premisas que contradicen la ortodoxia. Es más fácil apegarse al dogma y negar todo lo que diga el “enemigo”. Convencer al pueblo que la Tierra se mueve alrededor del Sol tomó tiempo, sangre e injusticias. Esa mente tribal medieval se reproduce en quienes todavía se ponen nerviosos cuando alguien dice “salud universal”. Su voluntad de reformar el sistema de salud, le ha ganado a Obama el visceral odio de la derecha, que prefiere que el déficit sea debido al gasto militar. Esa derecha visceral no puede entender que contar con salud universal permite a la empresa privada competir con naciones cuyas empresas no asumen el costo médico de sus trabajadores. Lo que es bueno para el pueblo, es buen negocio también.
Si en EEUU hay una derecha recalcitrante, en la otra América hay una izquierda infantil, que salta de su silla cada vez que escucha “inversión privada”. En su arrogancia pueril, se llama a sí misma “izquierda latinoamericana”. Como latinoamericanos nos unen muchas cosas, dentro de nuestra gran diversidad. Pero no hay una sola lengua, ni una sola etnia, ni una sola religión latinoamericana. Mucho menos una sola izquierda “latinoamericana”. Hay varias izquierdas. Una de ellas bloquea la “inversión privada”. La otra, en Chile y Brasil, cree en ella, sin importar quién es el que dice que la inversión es el mejor camino a la justicia.
El pueblo entiende que los bloqueos afectan a la economía. La nueva lección es que bloquear la inversión privada afecta su bolsillo. Venezuela sigue dándose el lujo, porque es la Arabia Saudita latinoamericana. Pero en Bolivia se necesita de inversión, tanto pública como privada. La inversión pública es crucial, y debe ser un esfuerzo económico enfocado en infraestructura, cadenas productivas, salud, educación, etc. En ese sentido, los empleados públicos nos dicen con hechos que no pueden ejecutar sus jugosos presupuestos. Ésa es la naturaleza de la burocracia engorrosa. Pretender que el Estado sea el inversionista favorito no es un buen modelo de desarrollo. No lo dice Samuel. Lo dice Kiev.
Ucrania es una economía de mercado, con grandes inversionistas, que exportan alimentos a China, Turquía, Rusia, EEUU y a la UE; agricultores que importan la última tecnología en equipos agrícolas. En contraste, en Bolivia recibimos tractores donados, que quedan a veces abandonados. El pueblo tomó mucho tiempo en entender que la Tierra se mueve alrededor del Sol. Pasará tiempo antes que entiendan que la inversión privada no es el enemigo. En juego está nuestra seguridad alimenticia. La Revolución Naranja fue derrotada en Ucrania por la oligarquía. La pugna política en Ucrania es por el poder, no para cambiar el modelo de mercado. Las bondades de la inversión privada en el sector agrícola las ve y siente la población, sin importarle quién lo dijo.
Economista
Flavio Machicado Terán